Estamos contigo


Ha sonado el teléfono con el típico sonido del güacháp. Esta vez no era un video, un meme, foto u ocurrencia divertida. Era una foto de ellos en la calle.
__ ¿Cómo estás?
__ Bien.
__ Quienes son las de la foto?
__ Son compañeras del hotel. Estábamos esperando en las puertas de la lavandería.
__ ¿Tienes dinero?
__ De sobra.
Me dice que tiene dinero de sobra pero la verdad es que no tendrá más de cien o ciento cincuenta euros. En cuanto ponga gasolina un par de veces…
__ Cómo estás?
__ Bien, algo cansado.
__ ¿Os para mucho la policía?
__ Siempre. En cuanto salimos. Pero acabamos todos charlando. Nos dicen que si necesitamos cualquier cosa, que les llamemos de inmediato.


Me ha mandado una foto de unas bolsas de papel con una inscripción: “Estamos contigo” . Había pollo, arroz y no se que más. Todo el mundo les mandan comida, pizzas, queso, pollo… Al hotel les llevan la comida de José Andrés. Ayer veinte pizzas para el servicio de urgencias del hospital. Las buenas personas se ayudan entre ellas. Las personas que sirven porque valen. Los que valen por que sirven.
En televisión han dado la noticia. En una comunidad de propietarios de una urbanización han escrito una nota en un papel y lo han metido por debajo de la puerta. La vivienda es de una trabajadora de supermercado. La nota decía, más o menos: “ Sabemos dónde trabajas y no queremos que nos infectes. Búscate otra vivienda por favor”.
Por debajo de la puerta. Con la valentía de los miserables. La mujer vive de alquiler porque tuvo que venir de Murcia al perder su casa y sus pertenencias en las últimas riadas.
La nobleza y la miseria se mezclan como el agua y el aceite.
Ya son muchas días sin verle. Hace lo que considera que tiene que hacer. Nosotros aguantamos lo que podemos antes de que la piedra nos desgarre la garganta.
__ Tenéis buenos epis?
__ En el hospital, no mucho. Nos apañamos.
__ Mañana vas a front line?
__ Si. Por la mañana con la ambulancia de Cruz Roja y por la tarde-noche al hospital. En Cruz Roja tenemos epis de primera. Chinos.
__ Vale. Descansa. Y cuídate mucho
__ Lo haré. 

    Se que no le vamos a volver a ver hasta que pase todo esto. Y esto va a tardar.
La ruleta seguirá girando mientras intento dormir esperando que el tiempo pase atropellando al tiempo.

              Perato
10 de mayo de 2020


Si no lo veo... no lo creo

“ Cuando acudimos a un aviso de emergencias con múltiples heridos, lo primero que hacemos, según el protocolo de asistencia sanitaria, es evaluar y comunicar a la base las características del incidente para que se aporten rápidamente los medios adecuados. Esta comunicación a través del teléfono móvil o de la tablet, muchas veces tenemos que realizarla a escondidas para que la gente que rodea el incidente no nos vea hablar por teléfono pues nos recriminan que no atendamos inmediatamente a los heridos por estar hablando por el móvil”.

    Así me lo cuentan miembros de equipos sanitarios de emergencias que me explican lo inviable que es el atender al primer herido que se encuentran sin conocer cuántos afectados hay y cual es el estado de cada uno. El triaje de urgencias es el proceso de valoración clínica preliminar que ordena a los pacientes antes de la valoración diagnóstica y terapéutica completa según su grado de urgencia. Los individuos que critican estas actuaciones de los sanitarios poseen el mismo coeficiente intelectual que los que se ponen a grabar una masacre, con sus estupendos teléfonos móviles, en vez de avisar a los servicios de urgencias y quitarse de en medio. La imagen de estos mentecatos con afán de notoriedad, aspirantes al récord de “likes” y “me gusta” son los que verdaderamente “hieren la sensibilidad del espectador”, por lo menos de la mía.

            Por otro lado, como fotógrafo, me manifiesto completamente en contra de la censura indiscriminada de imágenes duras que tienden a ilustrar catástrofes, masacres, atentados etc. De la misma forma que estoy determinadamente en contra de la publicación de vídeos y fotos de primeros planos de personas heridas o fallecidos fácilmente reconocibles. Creo que está claro que no es lo mismo un plano general de lejos, de una calle repleta de heridos, en un atentado terrorista, que un primerísimo primer plano de uno de los cuerpos desmembrados que además se le reconoce la cara. Lo primero, es imprescindible para ilustrar un artículo o un titular informativo. Lo segundo es una falta  de respeto hacia la víctima (si es reconocible).

            El espectador nunca tendrá una conciencia clara de lo que está sucediendo tanto si se le priva de la imagen como del texto de una noticia. Las terroríficas imágenes de los últimos atentados son necesarias para tomar conciencia de lo que realmente es un atentado terrorista y por consiguiente tomar postura al respecto.

            Para terminar, también tengo que manifestar que el derecho a la imagen en relación con escenas de masacres me parece relativo. Creo que no es lo mismo censurar en un video la cara de un viandante herido que paseaba por la calle a censurar la figura de un yihadista amenazando con inmolarse cuando la policía le dispara cuatro tiros. El terrorista supongo que tendrá algún derecho para los buenistas, pero para mí tiene los mismos derechos que tiene una rata desde el momento en el que ha liquidado a un montón de “infieles” inocentes.

          Perato
18 de agosto de 2017

Ni paz ni amor... Mujeres armadas contra Daesh

Los últimos ataques de Daesh (al-Dawla al-Islāmīya) en Paris confirman que la única solución para esta amenaza es la aniquilación total y de raíz de todo el movimiento yihadista. Lógicamente no se trata de una solución rápida ni factible a corto plazo pero es evidente que hay pocas alternativas. Mientras los opositores a métodos drásticos, antimilitaristas, pacifistas y demagogos de todos los pelajes sigan oponiéndose al empleo de la fuerza militar contra este movimiento, los llamados lobos solitarios seguirán aniquilando a caperucitas colectivas hasta extender su califato al mundo entero. Poco a poco iremos cayendo los pobres infieles mientras vamos a comprar una barra de pan al o a ver una película de Torrente.
Estados Unidos -la mano que mece la cuna- parió un engendro que años después se le reveló, yéndose de las manos, pero ya con todo su operativo militar, capacidad económica y su instrucción militar instaurado. El hecho de que en el pasado las grandes potencias hayan cometido errores tremendos no excluye la opción de poner remedio, tarde, a una lacra que lleva camino de aniquilar a una gran parte de la población cristiana y parte de la musulmana. Al día de hoy ni a Rusia ni a Estados Unidos les interesa acabar drásticamente con el Daesh por diferentes motivos, uno de ellos es que el Daesh está financiado, entre otros, por Arabia Saudí, estrecho aliado de Estados Unidos. En el Caso de Rusia el interés de que el régimen de Bashar al Assad le permita seguir manteniendo su base militar de Tartous en Latakia, única salida de Rusia al Mediterráneo. Sin embargo el movimiento yihadista está decidido a morir por instaurar la Shaíra en medio mundo. Estando la situación como está el problema solo se puede resolver de dos formas. Una, cortar la financiación que recibe el Daesh de Arabia Saudí, Kuwait o Emiratos Árabes -cosa harto improbable- o la segunda, aniquilarlos militarmente con los efectos secundarios que ello tendría. En este caso habría que plantearse instruir militarmente a ejércitos de mujeres de todos los países afectados y hacerles frente a los yihadistas cara a cara como han llevado a cabo las Unidades Kurdas de Protección Popular (YPG), contingente formado en su mayoría por mujeres que al acercarse a los milicianos extremistas les hacen huir aterrorizados pues según la Shaíra si son muertos a manos de una mujer irán irremediablemente al infierno, cosa que no sucede si mueren a manos de un hombre que ganaría el cielo al morir como un mártir. Para grandes problemas, soluciones simples.

        Perato
20 de mayo 2019


Hadas y Madrinas, entre Kent y Ron.

Solo ha pasado un año ya “la historia corre atropellando al tiempo”. Solo un año para cimentar una relación que nunca busqué y que el destino me regaló sin merecerlo. Las puertas de Siria me las abrieron dos personas muy especiales. En mi Camino a Damasco encontré a mi Madrina, Florence Turbet-Delof.

Solo ha pasado un año desde que la mirada profunda y expectante de Natalia Sancha se clavó en mis ojos la primera vez que me vio en persona, en su casa de Beirut, mientras Tomás Alcoberro narraba sus últimas impresiones periodísticas al término de aquella ansiada paella que nunca llegué a degustar. Tengo muy reciente aquella mirada preguntándose quien cojones es este tipo mayor, con mínimo nivel de inglés y nula experiencia en zonas de guerra a quien había ofrecido un sofá-cama para pasar la noche mientras citaba a Elías, mi querido amigo Elías, el taxista sirio, que me trasladaría hasta Damasco al día siguiente. Hoy sigo pensando que Natalia nunca tuvo la seguridad de que no fuera un loco fundamentalista islámico deseoso de integrarme en la Yihad (dado mi aspecto). Durante aquella noche de Kent y Ron Natalia disfrazó mi temor a lo desconocido y confirmó que el destino no está en mis manos y que la única forma de progresar en la vida es amparándose en la confianza en los demás participando en la cadena que conforma las relaciones humanas.
Hace solo un año que me puse en contacto con mi Madrina Florence para confirmarle que había llegado a Beirut y que estaba junto a Natalia Sancha, como si este hecho fuera una garantía absoluta de seguridad. En los siguientes quince días en Damasco comprobé que Natalia Sancha, realmente era un Hada que transformaba los problemas en soluciones solo con agitar levemente su fina varita mágica.
Hace apenas un año que este fracasado Peter Pan abandonaba Siria para volver a Líbano y encontrarse de nuevo con el Hada Natalia y la Sonrisa Errante de Susana Samhan para relatarles su nefasta experiencia fotera.
No hace más de un año que conocí a Susana a través de Natalia y sin tener absolutamente ninguna referencia mía confió plenamente en mi proyecto sin dejar de sonreír ni una sola vez a lo largo de toda la noche. Es difícil relatar lo que para mí supuso esa confianza absoluta en lo que ni yo mismo tenía claro.
Hace un año que me sudaron los ojos cuando volví a verlas a mi vuelta de Damasco y pude compartir con ellas lo que para mí fue extraordinario y para ellas rutinario.
Después de un año, recuerdo el encuentro entrañable con mi Madrina ya en Madrid.
_Me alegro tanto cuando volvéis sanos y salvos…
Esa es otra de las frases que no olvido. Me lo dijo con lágrimas en los ojos y eso que no me conocía apenas de nada. Hace un año que abracé a Florence como abrazaba a mi madre cuando lo pasábamos mal. Un abrazo de esos que cuesta terminarlos.
En un año mi Hada, mi Madrina y yo nos hemos visto no más de tres veces. Solo una juntos los tres. Florence me presenta a alguien de “la tribu” cada vez que tiene ocasión. Yo me enorgullezco de ello aunque sigo sin pertenecer  a “la tribu”. Hace falta muchos más méritos para ser miembro de esta comunidad de locos inconcebibles.
         Hace mucho más de un año que maestros como José Manuel Alaiz, Miguel de la Cuadra o Rodríguez de la Fuente me infiltraron la obsesión por la aventura mientras nos colgábamos en los desfiladeros de Guadalajara para facilitar los nidos a los buitres o preparábamos la Primera Expedición Española al Polo Sur. La caída de Saigón, el levantamiento somocista, el terremoto de Nicaragua… fueron el acicate del que nunca me he podido desprender.
            Hoy, hace apenas un año, mi Camino a Damasco comienza de nuevo repitiéndose como una eterna noria desde la que voy discriminando y filtrando lo que de verdad merece la pena de lo que no, mientras sigo intentando pasar del Kent aunque no del… “Ron, ron, ron, otra botella de ron”

           Perato
16 de junio de 2016



CENICIENTA


     

     Estimadas Eminencias Reverendísimas responsables de la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de la antigua Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición.

Si son ustedes tan amables, no me sean cenizos y permítannos gestionar los calcinados restos de nuestros difuntos pecadores mientras ustedes, obispos, arzobispos y cardenales gestionan sus almas desde su dicasterio.

Nunca se me ocurrió conservar las cenizas de mi madre en una urna transparente dispuesta en el aparador del comedor. Tampoco se me pasó por la imaginación hacerme un relicario para llevarlo colgado de mi cuello el resto de mis días, ni derramarlas sutilmente por el patio de mi casa que es particular. Opté por esparcirlas en las laderas del Castillo de Gormaz (provincia de Soria) una mañana de invierno, al alba y con fuerte viento de levante lo que provocó que se me introdujera alguna partícula en los ojos, derramando las únicas lágrimas con las que despedí a mi querida madre, hace ya unos años. No pensé en ningún momento que este íntimo acto aislado contaminaría de forma apreciable este sacro lugar, más que una manada de vacas pastando y tirándose pedos por las praderas.

La nueva normativa que sus Eminencias Reverendísimas nos imponen a estos pecadores cristianos, de depositar las cenizas de nuestros difuntos en carísimos columbarios o en lugares sagrados, me parece, como mínimo, orinar fuera del tiesto. Desconozco si esta prohibición se crea con efectos retroactivos pero si es así, invito a toda la Curia Romana a trasladarse a este magnífico lugar soriano y que me ayuden en la recolección de todos y cada uno de los fragmentos de mi cenicienta madre. De esta forma tendré la confirmación de tan ilustres señores acerca de si es o no es, lugar sagrado y apropiado, el Castillo de Gormaz, sito en la provincia de Soria. Lugar que el Señor tuvo a bien señalar con su dedo.

         Perato
26 de octubre de 2016

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LA ESTÚPIDA TOMATINA DE BUÑOL

    
    La cadena de televisión española La Cuatro, relata la fiesta de la Tomatina de Buñol, en el noticiero de las 15:00h. de hoy, como -una guerra mundial con soldados armados únicamente con tomates- refiriéndose a las diferentes nacionalidades de los veinte mil participantes.
    En las imágenes que ilustran la noticia aparecen dichos soldados ataviados con cascos consistentes en medias sandías vacías. Esta estúpida e ignorante tradición de sólo setenta años de antigüedad consiste en lanzarse los unos a los otros ciento cincuenta toneladas de tomates para luego revolcarse en su jugo, eso sí, previamente espachurraditos para no hacerse daño. Incluso hay quien se emociona con la celebración.
    Hay otras muchas tradiciones memas en el territorio español como la Lucha del Vino en Haro consistente en una multitud echándose vino por encima, o de menor magnitud la costumbre de tirarles puñados de arroz a los novios cuando se casan, como si esto les otorgara la felicidad en su matrimonio.
    En infinitas poblaciones subdesarrolladas y no tanto, en el mundo entero, los agricultores las pasan medianamente putas para conseguir en sus huertos unos cuantos kilos de tomates para vender o alimentar precariamente a sus hijos. En infinitas poblaciones con pocos recursos los viticultores las pasan canutas para conseguir que sus viñas destilen unos cuantos litros de vino al año para poder venderlo y mantener a su familia. En infinitas poblaciones subdesarrolladas de Asia, India o Sudamérica las familias las pasan negras para conseguir recolectar unos sacos de arroz sin que el monzón o las plagas se lo jodan. Sin embargo aquí, en este país europeo, culto y desarrollado, en plena crisis mundial, un puñado de mentes iluminadas, pasan el tiempo tirándose literalmente toneladas de tomates a la cara siguiendo no se que especie de tradición imbécil mientras los medios de comunicación lo enaltecen en términos grandilocuentes. Mientras tanto en otro escenario mundial ciento de miles de refugiados huyen a pie de verdaderas guerras atroces, abandonando sus pueblos de origen, llevando nada más que lo puesto, obligados a mendigar un poco de agua y pan en un éxodo sin parangón en la historia del ser humano.
    Vergüenza.


         Perato
26 de agosto de 2015

Consulta de Roncología

    Yo cuando nací hace más de cincuenta años, no tenía previsto roncar cuando fuera mayor. Lo siento. Hoy en día soy consciente de que mis ronquidos se asemejan al gruñido de un búfalo africano cruzando el rio Grumeti plagado de cocodrilos al norte del Serengeti. O al menos, esa es la percepción de mi mujer.
Hoy he acudido a la consulta de Neumología en la Seguridad Social después de solicitarla hace tres meses. A las nueve de la mañana.
    En el despacho ciento trece me recibe la doctora, que después de echarme una bronca por no llevar no se que volante me cuestiona el motivo de la consulta. Es curioso porque han sido ellos los que me han citado basados en mi número de identificación con el que tienen acceso a todos los informes de mi historia desde hace años. Le resumo el motivo de la consulta y a continuación me pregunta si por la noche me quedo sin respiración durante algunos minutos. Me resulta complicado responderle que no estoy muy seguro puesto que estando dormido no soy consciente de si respiro o no hasta la mañana siguiente al despertar cuando me doy cuenta de que sigo vivo. Yo, porque comparto el lecho con mi esposa pero que pasará con los que duermen solos? Como saben si se medio mueren por la noche? Los solteros no roncan?
    A continuación me informa de que me voy a someter a una “prueba de soplar”. Entiendo que es una espirometría y me pasa a la sala contigua donde una gran enfermera me da los buenos días alargándome unas pinzas para taponar la nariz. Yo me las pongo mientras ella sigue mirando la pantalla de su ordenador. Al cabo de unos minutos preguntándome que coño hago tanto tiempo con las pinzas puestas en las narices y si esto es en lo que consiste la espirometría, me alarga una boquilla de diámetro similar al de un tubo de aspiradora y me pide que me la meta en la boca y aspire lentamente. Yo sigo escrupulosamente sus indicaciones aspirando y expirando suavemente las veces que ella me lo requiere. Tengo auténtico pavor a equivocarme por miedo a otra reprimenda. De pronto, levanta la voz diciéndome:
_¡¡Ahora coja todo el aire que pueda muy deprisa y lo expulsa muy deprisa a la vez!!
Mis neuronas, entonces, comienzan a cortocircuitarse entrando en un estado catatónico. No se si he entendido bien a la enfermera pero me pide que coja aire y lo eche a la vez. Me gustaría en ese momento preguntarle, humildemente, si existe alguna instrucción especial que yo desconozco para aspirar y soplar a la vez pero al tener pinzada la nariz y la boca completamente abierta alojando la boquilla de diámetro similar al de un tubo de aspiradora, no puedo articular palabra.

_¡¡Vamos, vamos, aspire y expire rápido!!

Yo, con los ojos incendiados, le hago aspavientos mientras ella no quita la mirada del ordenador. Al fin decido sacarme la boquilla del diámetro similar al de un tubo de aspiradora de la boca y le digo con voz gangosa:

_Doctora… no se hacerlo…
_¡Pero, ¿qué hace? ¡No se lo quite! ¡Ahora tenemos que empezar de nuevo!
_ Es que no se aspirar y expirar a…
_¡Póngaselo otra vez que no tenemos toda la mañana!


Tengo, en ese momento, la sensación de estar llorando sangre mientras vuelvo a morder con rabia contenida la boquilla de diámetro similar al de un tubo de aspiradora y vuelvo a aspirar y expirar al ritmo que me marca la enfermera. Al tercer intento de echar la bocanada de aire de golpe, emito un sonido parecido al estertor previo a la muerte, temiendo que en algún momento se me escape alguna flema incontrolable pues padezco un catarro considerable y no dejo de toser y carraspear durante semanas pero no puedo explicárselo en este estado.
_¡Ya se lo puede quitar!
En ese momento dejo de morder la boquilla de diámetro similar al de un tubo de aspiradora cuestionándome si también puedo despinzarme las napias. Quisiera seguir sus instrucciones al pie de la letra pues temo realizar cualquier maniobra que ella no me haya indicado previamente. Con voz gangosa y medio asfixiado le pregunto:

_Doctora, ¿puedo quitarme ya las pinzas?
_¡Claro, no se las va a llevar puestas…!


    Si tuviera un espejo me gustaría ver la cara de imbécil que debo de tener en ese momento. Me siento muy mal y me encantaría echarle la cabeza hacia atrás y meterle la boquilla de diámetro similar al de un tubo de aspiradora por la boca hasta que le asome por el ojete mientras me voy recolocando la mandíbula de nuevo. A continuación me presento en la ventanilla de petición de citas pues la neumóloga me ha solicitado una placa de pecho, una analítica, una consulta de otorrino y varias pruebas más. Detrás de la ventanilla hay una mujer de unos sesenta años con gafas de ver de cerca enganchadas al cuello con una cadena dorada poco discreta, bajo mi humilde punto de vista. Me dirijo a ella dándole los buenos días mientras continúa escribiendo papeles que le va pasando su compañera. No le escucho respuesta alguna ni me dirige la mirada de momento hasta que insisto.

_Buenos días, venia a pedir cita para una placa de pecho y una analítica y un…

En las manos llevo los papeles de la cita para la placa por duplicado, los referentes a la analítica, el volante para el otorrino, la historia y el teléfono con la aplicación de calendario abierta por si tengo que consultar rápidamente la fecha de las pruebas. Por fin la secretaria me mira y me dice:
_¡La tarjeta! Estoy harta de pedir la tarjeta a todo el mundo. Y eso que saben que hay que traer la tarjeta.
_ La tengo en el bolsillo del pantalón pero no puedo sacarla sin soltar todos los papeles que llevo entre manos.
_¡Claro, todo el mundo preocupado con el Nicolás ese y nadie lleva la tarjeta.

Yo sigo sin entender nada pero la gente que me rodea tampoco parecen entender nada, lo que me crea cierto sosiego.
_¡Bueno, a ver, que quiere!
Me gustaría contestarle algo fuerte pero me contengo hasta tener las fechas de las citas.

_Buenos días de nuevo. Si fuera posible quisiera cita para una radiografía y para el otorrino. Si pudiera ser, el mismo día…
_¿Cómo el mismo día? Si eso se hace en dos sitios distintos.
Le explico que comprendo perfectamente que las radiografías no se realicen en el despacho del otorrino, de la misma manera que los besugos no se destripan en la charcutería pero sí en el mismo mercado. Aclarado el asunto la secretaria sigue murmurando algo que no llego a escuchar aunque tengo la sensación de que se refería a mi familia, mientras me despido atentamente.
_Bueno, muchísimas gracias, ha sido usted muy amable, buen día.
La amargada se me queda mirando sin articular palabra como sorprendida de lo que ha escuchado. Lógicamente no está acostumbrada más que a que le manden a la mierda cada vez que alguien se dirige a ella. No me resulta difícil entender que esta mujer esté amargada por muchos y variados motivos pero yo no le pido que salga a recibirme al hall del ambulatorio con una sonrisa de oreja a oreja, música de fondo y ofreciéndome un masaje completo en un sofá de cuero. Solo le pido que me conteste con el mínimo nivel de educación que haya aprendido, ya sea de jovencita, ya sea en su etapa profesional. Cuando alguien acude a un ambulatorio de La Inseguridad Social no lo hace por gusto, por echar el día, normalmente van individuos que no se encuentran en su mejor momento de salud y por consiguiente suelen acudir nerviosos, con cierta ansiedad, intentando memorizar toda la información que se les da en poco tiempo. Lo que para el personal sanitario es algo rutinario para el enfermo es algo excepcional, no digamos ya si hablamos de personas de cierta edad con problemas de oído, vista etc.
Es, por consiguiente, injusto el trato que se les dispensa en muchas ocasiones y digno de ser denunciado en las instancias pertinentes.
El resultado muchas veces es que se pasa más tensión, nervios y estrés al acudir a una consulta médica que lo que puede producir la enfermedad en sí misma.

    Perato
27/11/2014

Malditos Bastardos