Los pies en la tierra

      En la pequeña mesa de mármol blanco descansan varias botellas de cerveza Paulaner Heffe-Weissbier de trigo vacías.
Demasiadas botellas de cerveza Paulaner Heffe-Weissbier de trigo vacías.
En sus mentes revolotean muchos recuerdos de hace demasiados años. Demasiados recuerdos imposibles de organizar en el tiempo. En el ambiente resuena el paso de los segundos uno detrás de otro, impacientes, intentando atropellarse alocadamente. Demasiados segundos martilleando sin pausa mientras apuran el último trago de cerveza Paulaner Heffe-Weissbier de trigo. Cada momento se cruzan una mirada que termina en el reloj de época colgado en una de las paredes de aquella vieja cervecería. Mucho tiempo han estado esperando este momento. Demasiado tiempo sin saber unos de otros.
Vuelven a intercambiar una inquieta mirada mientras encienden otro cigarrillo más. Demasiados cigarrillos que van creando una atmósfera cargada de expectación.
_¿Son las siete ya?
_Si...
    Falta muy poco. En cualquier instante aparecerá alguien por aquella puerta de “Saloon” del viejo oeste. Será el momento. A través de la cristalera se pueden apreciar las figuras de tres personas que se acercan decididas al saloon. Cogen aire justo antes de aparecer alguien con unos ojos azules, claros, relucientes. Esos ojos que se ven una vez y no se olvidan jamás. Esos ojos de National Geografic que se fijan en la memoria y que te persiguen a lo largo de tu vida como un fantasma. Esos ojos capaces de expresar tantas emociones hace más de treinta años. Los mismos ojos que en aquel sótano se clavaban en él preguntándose que pasaría al apagar la tenue luz roja mientras el Gato Stevens maullaba suavemente invadiendo aquella estancia.
Los ojos de la gata de angora que afilaba sus uñas discretamente cuando él intentaba saltarse la línea para acariciarle. Esos ojos expectantes y llenos de vida decoraban ahora la misma sonrisa nerviosa de siempre. Esos ojos estaban ahora allí mismo. A pocos metros. Clavados como aguijones en él.
Sin palabras.
El sudor en las manos.
La boca, como una manada de patos pidiendo pienso.
La cabeza anestesiada por demasiadas cervezas Paulaner Heffe-Weissbier de trigo.
Aquel grito nervioso al verlos subió el telón de una noche apasionante en la vida de aquellos cincuentones.
_ ¿Como estáis?
_Bien, bien…

      El abrazo inicial duró mucho menos de lo que esperaban. Un abrazo discreto. Un tímido abrazo que quería alargarse en el tiempo pero… no podía ser. La realidad se encargó de romperlo mientras, de nuevo, separaban sus brazos el uno del otro.
      El resto de la pandilla aislado con sus recuerdos y sus sensaciones iban dando rienda suelta a todo lo que no se habían contado durante tantos años. Mientras tanto en la esquina de la mesa, aquella vieja silla de madera permanecía impasible ocupada por la ausencia. No estaban todos. Faltaba alguien a quien el destino jugó una mala pasada y no tuvo la más mínima consideración con Ella. Entre risas y recuerdos dirigían alguna mirada fugaz a esa silla ocupada por la ausencia. Durante toda la noche les acompañó como una extraña presencia mientras recordaban antiguas canciones de la época.

No has cambiado sigues siendo tú
y yo sigo igual que siempre,
en seguida te reconocí
fue un latido diferente,
será que tanto tiempo
apenas nos rozó,
solo pasó por dentro.
Como siempre, como ayer,
tú más hombre, yo más mujer,
como niños, sin saber que hacer;
una copa, un café
tu mirando, yo mírame,
sin palabras, igual que aquella vez;
¿Tú que cuentas? yo ¿Como estás?
tú nervioso, yo mucho más,
es extraño, parece todo igual. . . igual.
Se hace tarde y tengo que irme ya
tú te pierdes con la gente,
los recuerdos y la realidad
se confunden lentamente,
espérame un momento
de vernos otra vez
y detener el tiempo.
Un segundo y después
tú a lo tuyo y yo también
como siempre, igual que aquella vez.
(Mocedades)

      Son las tres de la mañana cuando aquella excursión de viejos adolescentes va cerrando uno por uno todos los locales de copas buscando el “Sótano de Inés”
      Pero el “Sótano de Inés” esta cerrado. Cerró hace mucho tiempo. Cerró al mismo tiempo que se cerraron muchas expectativas. El tiempo fue su portero de noche.
Es muy tarde ya.
El sueño se va desvaneciendo.
El embrujo va desapareciendo muy poco a poco pero impasible.
Vuelven a cruzarse miradas llenas de complicidad.
Algunos abrazos se resisten a deshacerse.
Los labios se funden entre sí fugazmente, discretamente, tímidamente.
Algunos robles sonríen exhibiendo sus otoñales cintas amarillas.

      En la fría madrugada… Sudan los ojos.

          Perato
    15/11/2009



Como has podido

       Todos tus viajes increíbles nos daban envidia pero nos resignábamos a quedarnos en tierra. Pero en este último me cuesta más que nunca no acompañarte. Donde estés quiero estar contigo, compañero. Si siempre fuimos dichosos a tu lado, por que no seguir contigo allá donde te encuentres. Cuando tus cenizas sean esparcidas por los paisajes que adorabas, yo quiero estar contigo. Nos has dejado realmente, pero virtualmente no lo consentiremos, seguirás con nosotros. Nos ofreciste una amistad real y divertida hasta en los momentos mas duros de tu vida y ahora de golpe y porrazo nos lo arrebatas.

    Como has podido hacernos esto...

      Nos dejas huérfanos de tu cariño en el peor momento, cuando más te necesitábamos. En que estarías pensando cuando dejaste de luchar. Si en otras ocasiones lo conseguiste, por que no ahora? Nos ofendes con tu desaparición, después de haber estado acostumbrados a ti durante tanto tiempo.

    Como has podido hacernos esto...

      En el momento justo en el que se dormía tu corazón sentí que un trueno rasgaba el cielo oscuro y un diluvio de
saltantes me atenazaba la garganta. Nadie volverá a preguntarte nunca ¿que son saltantes? La respuesta solo tu la sabías. Cometiste el error de ser entrañable y no te puedes imaginar el daño que nos has hecho. No quiero volver a conocer a alguien como tú para que al final se vaya y me haga sufrir de nuevo.

     Como has podido hacernos esto...

      Dime que solo eres un cabronazo, que nos estas tomando el pelo otra vez. Dímelo, Dolfo, porque este último viaje también para mí es increíble. Y si no es así, confío en que allá donde estés, tengas buena cobertura para poder escuchar a toda la gente que te tiene que seguir hablando de tantas cosas, compañero del alma, compañero.


          "Perato"

Madrid, junio de 2008

Malditos Bastardos