Cuando al técnico
le comunicaron los detalles del trabajo de Gibraltar, no manifestó una
ilusión desbordante.
Cuando, además, le dijeron que se
celebraría en pleno mes de agosto, se le empezaron a dilatar las glándulas
sudoríparas.
El técnico pasa parte del mes de julio tratando de organizar las
vacaciones en el camping; la estancia en Huesca; el viaje a Gibraltar; los días
en la playa...
Las nueve de la noche no es una hora muy normal para salir de viaje,
sobre todo cuando el viaje es de setecientos kilómetros, pero las
circunstancias obligan.
Las cervezas que tomaron los dos socios
también obligan a extremar la precaución en la carretera. Pronto pasa la
modorra, Pinto, Valdemoro, Aranjuez...
En Puerto Lápice el viajero ingiere cuatro albóndigas en salsa, un agua y un
café cargado con hielo. Fuma un cigarro mientras intenta comprender como un
camión de seis ejes puede atravesar la mediana de la autovía arroyando a los
tres que iban delante.
El sol hace tiempo que se retiró a sus aposentos y al técnico le
encantaría tener alguna estancia donde echar un sueñecito pero el plan de viaje
obliga a no perder tiempo en la búsqueda de hospedaje. Llega a Marbella y
piensa que es el momento de buscar un recodo en el camino donde improvisar un
lecho aceptable. Entre echar la colchoneta al suelo arenoso y seco o extenderla
dentro del coche, encima de las maletas, el viajero opta por lo último. Después
de un buen rato reptando por encima de los bultos el técnico se deja caer
suavemente en brazos de Morfeo. Son las cuatro de la madrugada.
A las seis de la mañana hace un poquito de frío y los cierres de las
maletas ya se han hincado suficientemente en los riñones del técnico, por lo
que piensa que es el momento de sustituir el improvisado lecho por un buen
taburete en cualquier cafetería de carretera.
En
la carretera de Málaga a Cádiz, a las seis de la mañana, no proliferan los
bares de carretera abiertos y el viajero opta por continuar el viaje en ayunas,
pensando si con cuatro albóndigas y el ayuno matutino comenzaría el Ramadán.
Durante la última etapa del viaje, el técnico va meditando sobre la
mínima información que tiene acerca del congreso: montaje de dos cabinas, tres idiomas,
grabación, doscientos puestos... todo ello dentro de una carpa en el Campo de
Gibraltar, con motivo de la colocación de la primera piedra de la nueva
Mezquita Árabe etc. etc.
El hotel "La Rivera",
de la Línea de la Concepción, esta
vacío porque la playa de su mismo nombre esta cerrada al baño por lo
cual los posibles inquilinos del hotel eligieron otra zona para pasar sus cortas vacaciones. A las ocho de la
mañana, después del largo viaje y el corto descanso, el viajero opta por tomar
un reconfortante baño y a continuación ponerse a la cola para pasar el control
de aduanas. Después de dos horas y media
de caravana bajo el sol al viajero le informan de que no había hecho falta esperar todo ese tiempo puesto que había un
acceso directo para vehículos comerciales. El viajero piensa: ¡Bingo! Ya en el control británico al viajero le espera
su contacto en la peña.
__
¡Buenos morning! ¿You
are Pedro Ramos?
__Yes it is.
__¿You have good viaje?
__Yes
it is.
__
I le esperaba a las eleven o clock.
__I´m sorry.
__Usted, Peter me sigue a mí
__Yes.
Después de rodear el peñón
por el este, por el oeste por el norte y por el sur solo queda atravesarlo por
dentro, cosa que hacemos poco antes de llegar a Point Europe, lugar donde esta
instalada la carpa donde se celebrará el evento. La temperatura, en este
extremo de la Península es de alrededor de 40º. Dentro de la reluciente carpa,
50º. La humedad relativa del aire en Point Europe debe ser de alrededor del
cien por cien. El técnico esta tan encharcado en sudor que lo único que no
tiene mojado es la lengua. Los obreros que preparan la entrada a la carpa
también sudan a chorros. Se pone a pensar si esto es ahora que todavía no ha
empezado a descargar, que será cuando comience a mover cabinas. Mientras tanto
apura los últimos tragos de agua que quedaban en la botella que trajo del
hotel.
El técnico, casi en el momento de terminar la instalación, tiene la
sensación de que es el momento en el que va a desfallecer. Comienza en su
cabeza a moverse todo, no sabe si es por el efecto de la carpa inclinada o por
que es pero el caso es que allí no queda nadie
más y por un momento piensa que sería
un poco ridículo dejarse la vida deshidratado en el Peñón de Gibraltar,
dentro de una carpa blanca, el 9 de agosto de 1.995 con 45º a la sombra. Y en
territorio británico.
Pasados cinco minutos el técnico recobra el sentido y es consciente de
que de esta ha salido y deberá seguir
montando instalaciones unos cuantos años más.
A las doce y media del medio día vuelve a cruzar la frontera para
visitar el primer puesto de la Cruz Roja
que encuentre. Sólo hay dos auxiliares técnicos sanitarios en el puesto de la
Cruz Roja de la playa de poniente en La Línea. Es lógico, solo hay dos locos
bañándose en aquella playa inmunda y seguro que son británicos.
__Sólo ha sido un golpe de calor. Beba muchos líquidos y se le
pasará.
__Muchas gracias, muy amables.
A las cuatro de la tarde el viajero ya
ha tomado dos litros de gazpacho en el Hotel La Rivera. El maître hacía tiempo
que no se encontraba tan orgulloso. Jamás había tenido a ningún cliente que
amara tanto el gazpacho, pero su asombro llegó al éxtasis cuando el comensal,
al terminar el segundo plato, se tomó dos litros seguidos de zumo de naranja.
A estas alturas, después de dos meses, todavía debe estar contando a sus
colegas lo de aquel tipo que se tomó dos
litros de gazpacho y otros dos de zumo.
Se pone el sol detrás del Peñón y el viajero se va adormilando mientras
comienza una película de vaqueros en la tele de su habitación. No ha cogido el
primer sueño cuando siente un picor en uno de sus brazos. Después en el
tobillo. Enciende la lamparita de la mesilla y cuenta entre veinticinco y
treinta mosquitos zapateros pegados por las paredes de la habitación. Toalla en
ristre y a las tres de la mañana emprende la cacería por la hermosa habitación
recién pintada. Cuando piensa que ya no queda ninguno descubre a un penúltimo
mosquito asqueroso. En vista de que no desaparecen ni cerrando la ventana ni
apagando las luces opta por buscar una farmacia de guardia y proveerse de algún
arma más eficaz que la toalla de baño.
La única farmacia de guardia es la que se encuentra en el Peñón con lo
cual debe coger el coche y cruzar la frontera por cuarta vez, aunque esta vez
sin guardar la cola.
A las cinco de la mañana vuelve a la habitación del hotel provisto de
dos estupendos botes de Aután en forma de spray. Con el brazo izquierdo en la
espalda y el derecho en ristre, el técnico dirige el fatídico vapor hacia las
paredes de la habitación, sábanas, suelo, ventanas y hasta la maleta.
Son las seis cuando da por terminada la batalla y piensa en la merecida
recompensa: media horita de sueño antes de volver a levantarse para volver a
hacer la cola para volver a cruzar la frontera. . .
Son las seis de la tarde cuando hace su aparición en la carpa, el Rey Fahad
Bin Abdulaziz Al Saud. A continuación de su presentación, alguien de entre los
doscientos que llenan la carpa, sale al estrado, se coloca detrás del atril y
comienza a canturrear algunos textos del
Corán. Después de un cuarto de hora, el Rey Fahad Bin Abdulaziz Al Saud preside
la comitiva que se dirige a las obras donde colocará la primera piedra de la
nueva Mezquita.
Aplausos.
Agradecimientos.
La comitiva se pone en movimiento.
El técnico también. La luminosa carpa se va quedando poco a poco a
oscuras mientras van retirándose los últimos guardaespaldas. El técnico recoge
sus últimos pertrechos.
Ya
en el hotel, el viajero está seguro de que los trámites aduaneros le supondrán
algunas horas de retraso en su salida del Campo de Gibraltar pero no le
preocupa demasiado si no fuera por el calor que tendrá que soportar durante el
recorrido.
A
la mañana siguiente, después de solucionar todos los trámites, el viajero sale
zumbando con dirección a Madrid. La mañana, fresca. La carretera, despejada. El
estómago, vacío. El viajero opta por tomar
dirección Córdoba para evitarse
la zona de obras desde Málaga a Granada. Antes de tomar el desvío
desayuna un café con leche fría, dos porras revenidas y un zumo de naranja de
bote, templado. Durante todo el camino va pensando en la ausencia de
eventualidades y se siente un poco raro, rodando sin lluvia, ni nieve, ni
viento... Nuestro viajero va relajado,
tranquilo reconfortándose por el éxito de su trabajo. Sumido en estos placenteros
recuerdos se planta en Madrid a una buena hora.
Nada
como una buena ducha, una buena tortilla de patata y una buena cerveza en la
terraza mientras se esconde el sol.