Malditos Bastardos


Por si las moscas y siguiendo unas mínimas reglas de educación y cortesía previas, advierto que esta nota no es un artículo ni una crónica, ni un “post” ni nada parecido. Esto que me dispongo a plasmar no es más que la representación textual de una arcada previa a un vómito maloliente. Así de simple y asqueroso, de modo que si a alguno o alguna le desagrada el comienzo de estas líneas, lo tiene bien fácil...

    Días tristes, como tantos otros y otras, en los que personas de bien, aparecen esposadas o esposados en los repugnantes noticieros de algunos medios de comunicación por el mero hecho de evitar el sufrimiento de sus seres queridos o queridas. Todo esto siguiendo los designios de un puñado de iluminados e iluminadas hijos e hijas de la gran puta, redactores y redactoras de un código penal consensuado por la mayoría repugnante y democrática de los partidos políticos españoles (votados por la mayoría popular).


 
   Don Ángel Hernández no llegará a entrar en prisión por haber terminado con la tortura a la que estuvo sometida su mujer durante treinta años, pero sí ha tenido que verse esposado ante todos los medios de comunicación, como un vulgar delincuente. Se dice pronto... con las manos esposadas... ¿con la intención de impedir que actúen de nuevo? ¿Las manos que prestó a su desahuciada esposa para terminar con su agonía después de treinta años de sufrimiento atroz, físico y psíquico?

    Y si no fuera suficiente escarnio, la titular del Juzgado de Instrucción número 25 de Madrid, que instruye el caso por la muerte de Mª José Carrasco se inhibe en favor de un juzgado de violencia de género. La jueza entiende, sin pudor alguno, que cualquier acto violento hacia una mujer por parte de su pareja debe ser considerado violencia machista, tal como estableció una sentencia del Tribunal Supremo. ¿El sufrimiento tiene género? ¿existe la sufrimienta? -pregunto, desde la ignorancia-

    Suprema es la ridícula norma dictada por tan excelso tribunal. La imagen entrando en el coche patrulla esposado como un vulgar malhechor es asquerosamente ofensiva. ¡Acusado de inducción al suicidio! ¡Maltrato de género! Siguiendo las directrices de un Código Penal redactado por intelectualoides de tres al cuarto y revisado por pseudoprogres mantecosos, siempre bajo la atenta mirada de los cobardes prelados que custodian la Santa Iglesia católica, apostólica y romana. Y dicho sea de paso, un texto aprobado y votado por miles de ciudadanos y ciudadanas de las más diversas tendencias ideológicas durante años.

    Pues bien, no respeto a nadie ni a nada que imponga cómo cuándo y en qué condiciones debe morir un ser humano. Ni respeto, ni considero, ni escucho, ni quiero a nadie cerca que piense lo contrario. Así de demócrata soy, por si alguien albergaba alguna duda. Suficiente es el que nadie nos haya solicitado permiso para nacer como para tener que pedir permiso para morir. Y voy más allá sin ninguna duda. No creo que sea necesaria una enfermedad terminal que produzca un dolor físico insoportable para poner fin a la vida, si no el mero hecho de decidirlo desde la responsabilidad y la madurez del ser humano libre y coherente. El haberse cumplido las expectativas de vida de una persona, a determinada edad, es motivo más que suficiente para poner fin a su vida y no esperar que el caprichoso destino se empeñe en complicar la vida del interesado o interesada y de sus familiares y familiaras hasta límites inimaginables. Al fin y al cabo, ¿que le importa a la sociedad el que se suicide algún individuo o individua, en algún momento, cuando en muchos casos ésta nunca se preocupó de su bienestar? ¿Quien se opone a estas decisiones naturales, lícitas y serias? ¿beatos, beatas, creyentes, creyentas, filósofos, filósofas? ¿Como es posible que la política adquiera carácter punitivo cuando la ética nunca ha sido coactiva? ¿Quien se atreve a decidir aspectos tan trascendentes del ser humano? ¿La mayoría democrática? Este asunto... ¿también tiene que ser “inclusivo”?
    De ninguna manera. El derecho a morir no es un derecho democrático ni de izquierdas ni de derechas ni de centro. El derecho a poner fin a mi vida es un derecho mío, propio, particular, individual y a nadie le debe importar una mierda más que a mí mismo y a mis seres queridos. Que cada uno se ocupe de sí mismo y de su familia y me deje a mí y a los míos que haga de mi vida y de mi muerte lo que me salga de los cojones, siempre que no implique a terceros. Nadie les van a pedir que lloren por mí y los míos ni que pongan velitas a ningún santo o santa. Y si hay mucho personal que no está de acuerdo con estas ideas, perfecto, me trae completamente al pairo. Si desean morir sufriendo lo que no está en los escritos mientras ofrecen su martirio al Gran Hacedor me parece ideal pero en lo que a mi respecta, nunca voy a permitir sufrir gratuitamente a los míos por más normas democráticas, eclesiásticas, morales, éticas, o penales que me impongan... Y de otra manera... que en su momento venga la autoridad a buscarme, que me encontrará abrazado a la parca ofreciéndole la bienvenida que sin duda se merece.

           Perato
  12 de marzo de 1919


Tic, tac, tic, tac...


   Mañana se cumplirán exactamente sesenta años de mi transcurrir por la vida, senta años ocupando un espacio que se me otorgó sin permiso, como es lógico. De otra forma habría sido imposible, ciertamente.
    Mañana el Feisbuk se encargará de recordar a todos mis contactos la buena nueva, es por eso por lo que me adelanto, por una vez, a esta maravillosa y generosa red social.
    Mañana sonará mi teléfono una y otra vez para recordarme que me queda un año menos de vida. Puede parecer pesimista pero ni mucho menos es así. Es naturaleza pura y dura, simplemente.
    Mañana escucharé una y otra vez las felicitaciones de muchos de los que me conocen. Sigo sin encontrar el motivo por el que se felicitan globalmente los aniversarios. Considero que no tiene ningún mérito cumplir un año más, salvo que una enfermedad u otra situación especial ponga en riesgo la supervivencia y este no es mi caso. Las felicitaciones irán acompañadas, en muchos casos, con la cansina y típica melodía incrustada en gifs de fábrica. Casi esto es lo peor de los cumpleaños. Tremendo.
    Mañana no trabajo y podré contestar educadamente a todos los felicitantes agradeciendo su memoria. No será un día más feliz que el de ayer o el de pasado mañana. Solo llevo a cabo una liturgia en un día como este, desde hace muchos años que no viene al caso detallar. Tampoco entiendo por qué tengo que invitar a copas a los demás cuando tendrían que ser los demás quienes me demuestren su afecto y su alegría convidándome a lo que yo quiera. Es algo inaudito.
    Mañana habré llegado a un momento de mi vida donde es preciso reflexionar. A esta edad más vale haber conseguido gran parte de las expectativas pues va quedando menos tiempo para cumplirlas. En mi caso estoy relativamente satisfecho. He conseguido algunos retos personales y profesionales importantes, para mí, aunque algunos otros se han quedado en el camino ciertamente. Comienzo a vislumbrar claramente los éxitos y los fracasos. No voy a ponerlos en una balanza, de momento, pero soy consciente de haber cometido algunos errores ciertamente graves. Creo que va siendo tarde para remediarlos por lo que solo me queda pedir disculpas. A veces, en la vida uno se deja llevar por un compendio de sensaciones, personas o situaciones que te hacen bordear el camino de la rectitud. Es difícil manejar algunas situaciones. No supone una excusa pero los éxitos pasaron desapercibidos mientras los errores destacaron sobremanera. Suponen los puntos negros en el folio en blanco. Imagino que es lo normal.
    Mañana comenzará otro día exactamente igual que hoy. Solo resaltará en la medida de los retos y objetivos que me proponga. El primero lo tengo claro: no amanecer estrangulado con el cable del respirador de la apnea. El resto me los iré planteando sobre la marcha.
    Mañana, si no antes, más de uno me criticará este “post” tachándome de amargado, rancio o insociable. Lo entiendo perfectamente pero...

🎼Así soy yo... 🎼Así soy yo... sin tí... 🎼


          Perato
7 de junio de 2019

El árbol del ahorcado


    La familia va dando un agradable paseo por los linderos de Quintanar del Buen Suceso. Bordean los huertos y los trigos mientras los jóvenes zagales corretean divertidos. Se acercan a una gran encina cuando la pequeña se dirige a su padre.
—¿Papi, que cuelga de ese árbol?
—¡Pues bellotas, Paquita, que van a colgar!
—¡Mariano, por Dios, si es un señor!
—¡Andá la ostia, si tienes razón!

    En la encina de Quintanar del Buen Suceso cuelga, de una gran rama, no un señor, si no el cuerpo de lo que fue un señor. No es de extrañar, pues los buitres andan toda la mañana ansiosos por meterle mano, o mejor, garra. A las rapaces de Quintanar del Buen Suceso solo se les nota nerviosas cuando el Emiliano ha matao un cordero o cuando alguno se ahorca en la gran encina. El alguacil de Quintanar del Buen Suceso ya está un poco harto de descolgar cuerpos de la gran encina. Además hoy es domingo, y como es de ley, los domingos libra como cualquier hijo de vecino y solo labora si el asunto es urgente y no es el caso. Ya no hay nada que hacer por el infeliz pues el cuerpo lleva ya unas cuantas horas cimbreando. 

    La encina de Quintanar del Buen Suceso tiene gran tradición en esto de los ahorcamientos. En los últimos tiempos ya van cinco. El alguacil lo sabe bien. Lleva la cuenta en una libreta gris. Alguno de los desgraciados está enterrado correctamente en el cementerio del pueblo pero aquellos que nadie reclamó su cuerpo, los que se ahorcaron sin tener familia ni amigos que les convencieran de dar marcha atrás, estos están enterrados bajo cuatro piedras cerca del vertedero municipal, a la entrada del pueblo. El que se ahorcó en domingo no dio tiempo a descolgarlo siquiera. El lunes cuando fueron a por él solo encontraron el traje colgado de la soga. Los buitres dieron buena cuenta del resto. Se ve que duró lo que dura la santa misa del domingo. 

    Hubo uno, recuerda el alguacil, que se colgó de una rama pequeña y cuando estaba en el último suspiro, esta se tronchó y el hombre quedó moribundo en la base del árbol. Este llevaba su propia cuerda de esparto nueva, a estrenar. Lo encontraron días después muerto y reseco pues era en pleno agosto. La gente del pueblo con la calor no sale de paseo y tardaron días en verlo agarrado a la cuerda que le rodeaba el cuello y con la lengua fuera.
—Yo nunca cojo las bellotas de ese árbol. —comenta el alguacil— Me da mal fario.
—Lleva usted razón, caballero, y además no es respetuoso dar a los cerdos las bellotas que han sido testigo de tanto drama.
—Pues sí…

    Al troncharse aquella rama la encina enfermó, se ve que de tristeza, y al poco tiempo se secó y murió. Al alcalde no se le ocurrió otra cosa que plantar una higuera en conmemoración a los difuntos. La higuera creció deprisa pero hoy en día no sirve para ahorcarse uno, salvo que sea un crío, pero a los críos ya les matan a hostias sus padres cuando no paran de enredar.

    En Quintanar del Buen Suceso ya no se supo de más ahorcamientos. Lo único fue la muerte del Florentino que se ahogó en el Duero. Unos dicen que estaba borracho cuando cayó al río. Otros hablan de que buscaba la encina y al no tener opción se echó al agua. Al Florentino no lo encontraron. Tampoco se esmeraron en la búsqueda pues no era persona querida en el pueblo. La Guardia Civil fue la única que se empeñó en el asunto.

    Desde entonces hay un chalao en el pueblo que ha montado en el patio de su casa una especie de chiringuito que lo llama “El Chill Out del Ahorcao”. A la gente no le hace mucha gracia tomarse copas mientras un nudo de horca cuelga del sombrajo pero en fin, cada uno en su casa…

   Perato
13-07-2019

La ascensión a los infiernos

       La subida a casa por las escaleras de la playa resulta cansina a la par que agotadora cuando son las 13h. de un día de agosto. La camiseta empapada, pegada al cuerpo como cortina de baño a su pared. Ya en el último tramo comienzo a notar cierta necesidad vital por lo que acelero el paso mientras se me acelera el pulso, la respiración y el flujo de sudor. Siento como si hubiera vida dentro de mi ser. Fuerzo el paso mientras voy preparando las llaves del portal. Sería ideal que el ascensor estuviera estacionado en la planta baja, así ganaría unos minutos preciosos. Los retortijones son cada vez más agresivos y amenazantes. El ascensor no está en la planta baja si no en la 6ª. Presiono el botón de llamada varias veces con profusión, como si de esta forma bajara más deprisa. Por fín llega, se abre la cancela y pulso el botón de subida con todas mis fuerzas. Llegando a la 1ª planta pienso cuál habrá sido el motivo de semejante reacción fisiológica.

2ª Planta. Sigo sin encontrar respuesta por lo que no le doy más vueltas intentando tranquilizarme mientras no quito la mirada del indicador luminoso.
3ª Planta. Este último retortijón ha sido más potente que los anteriores. En este momento soy consciente de que el problema es serio.
4ª Planta. No dejo de calcular mentalmente la velocidad de ascensión del elevador y si es de tipo express o estandard. Parece que no.
5ª Planta. Procuro mantenerme muy quieto. Solo muevo los párpados mientras sigo mirando el indicador de plantas. La relajación es importante en estos momentos.
6ª Planta. ¡A la mierda la relajación! Como me relaje sí que estaré perdido, lo que necesito es toda la tensión posible que pueda generar para controlar los músculos del esfínter.
7ª Planta. “Lencería, pañales, prendas de algodón, incontinencia...” Es lo que me viene a la mente en estos desgraciados e indignos momentos.
8ª Planta. Llevo con las piernas cruzadas un buen tramo de la ascensión. Con una mano por delante y la otra en el trasero, rogando al todo Misericordioso, que no se pare el jodido ascensor para recoger algún huésped más.
9ªPlanta. Confirmación certificada de que las leyes de Murphy se cumplen al cien por cien. El elevador va disminuyendo su velocidad de ascenso para recoger a otra usuaria. Se abre la puerta y una americana de unos 60 años, rolliza y de careto sonrojado, hace ademán como de abandonar la idea de entrar y esperar a otro viaje. No abandona. Se decide la muy condenada y entra, ocupando una tercera parte de la superficie del ascensor.
10ª Planta. La americana me mira a la cara un momento y baja la mirada a continuación. Seguramente asombrada de ver como estoy sudando a chorros mientras los ojos los llevo encendidos en sangre replicándose la imagen en los espejos del ascensor.
11ª Planta. Un latigazo seco, “un golpe helado, un hachazo invisible y homicida” me obliga a cambiar la postura de las piernas. Me dispongo a cruzarlas en sentido inverso pero sin resultado positivo. Pienso que esto no tiene pinta de acabar bien e intento medir la gravedad de la catástrofe.
12ª Planta. Me desato los cordones del bañador con idea de apretarlos firmemente en prevención de lo que pueda suceder en los próximos pisos. La americana, al verme actuar entra en pánico pensando que la quiero violar. Me mira aterrorizada con la mano en la boca. Pienso que esa mano debería estar en su nariz y no en su boca.
13ª Planta. No se quien tiene más prisa por llegar a su destino, si la americana o yo mismo. Le hago un gesto con la cabeza intentando negar lo que para ella es inminente. No me entiende y le comento en voz baja que me estoy jiñando. Ella cierra los ojos y parece que se deja llevar por el destino.
14ª Planta. El ascensor va aminorando su velocidad, señal inequívoca de que todo es factible de empeorar. Entra en el elevador otro señor grande y rojizo también. Me pregunto si hay una fiesta en la azotea o que coño pasa? Ahora que ya estamos todos sería un excelente momento de finalizar el acto. La americana parece que respira de nuevo al entrar el último viajero. Tengo el esfínter más tenso que el pellejo de un pandero. Ya no hay espacio físico en el ascensor. Mis ojos están en sangre viva y creo, por primera vez, que no voy a llegar.
15ª Planta. Solo falta un piso para conseguir mi objetivo cuando los dos vecinos se bajan sin decir nada. Un descanso para ellos y también para mí. Me duelen las piernas de tanto apretar. Las puertas tardan en cerrarse una barbaridad y tengo ganas de llorar. Creo que se me han escapado unas gotitas de orin.
16ª Planta. Los músculos evacuatorios deben estar estrechamente relacionados, los que regulan aguas menores y mayores, y me temo que al liberar algo de pis, a continuación va a ir el resto. Se abre la puerta, al fín y casi a gatas, salgo enfilando la llave hacia la cerradura pero solo el pensamiento de tener tan cerca la taza del WC provoca el desenlace final. La evacuación catastrófica. Casi planetaria.
No ha sido posible. La limitación humana es lo que tiene. Me he quedado a un metro del final feliz. Otra vez será. Ahora solo queda disminuir todo lo que pueda los nefastos efectos y sobre todo antes de que aparezca mi familia que está a punto de llegar. No se por donde empezar. No quiero detallar el método de limpieza pero tiene que ser desde el descansillo de la escalera. Con eso lo digo todo. Lo positivo es que no he perdido la dignidad, por lo menos hasta este momento, y si no fuera por estas líneas nadie lo habría sabido nunca. Es mi afán por ayudar al prójimo por lo que he intentado expresar algo que le puede ocurrir a cualquiera en cualquier momento.
¿Hay alguien que no haya sentido alguna vez el tener un Alien en su interior?


      Perato
agosto de 2019

A ti

A ti, ciudadano especialista en epidemiología.
A ti, licenciado en medicina, doctor en psicología, master en pandemias planetarias.
A ti, vecino que pasas tu confinamiento asomado a la ventana contando con los dedos de las manos los días que faltan para que termine un drama que ni entiendes ni va contigo.
A ti, que te pasas el día escudriñando los informativos con objeto de adquirir el conocimiento absoluto y exacto de la crisis.
A ti, que te has convertido, on line, en Catedrático de Virología y Enfermedades Infecciosas en todas las universidades del mundo.
A ti, vecino ilustrado que desde tu ventana oteas un horizonte que nunca disfrutarás.
A ti, aplaudidor ocasional de media jornada que "olvidas" recoger tus guantes y mascarilla depositándolos en la vía pública al terminar de hacer la compra.
A ti, correteador de medio pelo que, sin mascarilla, intentas mantener el ritmo del que llevas delante echándole tu apestoso aliento en el cogote.
A ti, señor azul que no llevas mascarilla porque te agobia, pero sí los guantes azules con los que te secas el sudor de la cara.
A ti, ángel custodio de las normas que te habría gustado dictar.
A ti, señora azul, cuerpazo escultural que la naturaleza tuvo a bien moldear para el gozo y disfrute del resto de los mortales y que sales sin mascarilla para no privarnos de admirar tus perfectos rasgos.
A ti, divina jovencita cincuentona que exhibes tu excelente anatomía bajo las mallas de running rodeada de tus supuestos convivientes, en busca de miradas de admiración.
A ti, señor azul que no disimulas en pensar que las normas se crearon solo y únicamente para el resto de la plebe, y no para un ciudadano ejemplar, digno e instruido como tu.
A ti, propietario de un piso de alquiler que rehúsas alquilárselo a alguien que viene de Andalucía con intención de ayudar. Es sanitario.
A ti, agente voluntario, erigido en garante de la disciplina y justicia social.
A ti, que en tu confinamiento te entretienes en llamar a la policía para denunciar que hay un grupo de personas reunidas en la terraza del edificio de enfrente.
A ti, memo incapaz, me gustaría que me dieras ocasión de ilustrarte con algo, que sin duda ignoras. La terraza donde has divisado un grupo de personas charlando, es la de un hotel Room Mate. En dicho hotel conviven los sanitarios que trabajan en primera línea y que permanecen aislados con objeto de evitar el riesgo de contagio a gentuza como tu. Sanitarios que después de jornadas terribles, enfundados en sus trajes de seguridad, compensan su deshidratación echando una cerveza y dos risas con sus colegas al finalizar la puta jornada. Trabajo por un sueldo que, en muchos casos, no llega ni a quinientos euros al mes. Sueldos miserables por jugarse su salud, incluso la vida, en muchos casos. Señor o señora azul, deberías saber que las fuerzas de seguridad tienen en estos momentos suficiente trabajo más allá de dar satisfacción a indigentes mentales como es tu caso. Deberías saber que los agentes municipales a quien tu invocaste ayer desde tu ignorancia, lejos de llevarse detenidos a los de la terraza, acabaron tomando un tentempié con ellos y compartiendo un café al fresco, mientras comentaban las incidencias de la jornada. Al mismo tiempo tu te seguías mordiendo las uñas con los ojos inyectados en sangre al no ver a nadie esposado.
A ti, vecino ejemplar y a todos aquellos que habéis “aconsejado” a personal sanitario, cajeras de supermercados, etc. que abandonen o cambien su domicilio por miedo a contagiaros, os voy a decir algo a costa de ser prepotente.
Desgraciadamente para mí no soy creyente. Ya me gustaría, porque sería todo más fácil pero no, no lo soy, y es por ello por lo que no tengo miedo a desear el mal a mi prójimo. Tanto es así, que si mi prójimo eres tu, señor o señora azul, nada me haría más feliz que toda la carga viral del Covid 19 callera sobre vuestras asquerosas personas, así como la de todos aquellos que disfrutáis haciendo la vida imposible a los profesionales que velan día y noche por vuestra seguridad. Y por fin, déjame terminar con una esperanza. En el caso de que enferméis y os tengan que internar en una U.C.I. ojalá no dispongan de respiradores suficientes y tengan que sustituirlos por extintores para acabar con vuestro decrépito sufrimiento.
    Podríos, mediocres.


           Perato
10 de mayo de 2020

Estamos contigo


Ha sonado el teléfono con el típico sonido del güacháp. Esta vez no era un video, un meme, foto u ocurrencia divertida. Era una foto de ellos en la calle.
__ ¿Cómo estás?
__ Bien.
__ Quienes son las de la foto?
__ Son compañeras del hotel. Estábamos esperando en las puertas de la lavandería.
__ ¿Tienes dinero?
__ De sobra.
Me dice que tiene dinero de sobra pero la verdad es que no tendrá más de cien o ciento cincuenta euros. En cuanto ponga gasolina un par de veces…
__ Cómo estás?
__ Bien, algo cansado.
__ ¿Os para mucho la policía?
__ Siempre. En cuanto salimos. Pero acabamos todos charlando. Nos dicen que si necesitamos cualquier cosa, que les llamemos de inmediato.


Me ha mandado una foto de unas bolsas de papel con una inscripción: “Estamos contigo” . Había pollo, arroz y no se que más. Todo el mundo les mandan comida, pizzas, queso, pollo… Al hotel les llevan la comida de José Andrés. Ayer veinte pizzas para el servicio de urgencias del hospital. Las buenas personas se ayudan entre ellas. Las personas que sirven porque valen. Los que valen por que sirven.
En televisión han dado la noticia. En una comunidad de propietarios de una urbanización han escrito una nota en un papel y lo han metido por debajo de la puerta. La vivienda es de una trabajadora de supermercado. La nota decía, más o menos: “ Sabemos dónde trabajas y no queremos que nos infectes. Búscate otra vivienda por favor”.
Por debajo de la puerta. Con la valentía de los miserables. La mujer vive de alquiler porque tuvo que venir de Murcia al perder su casa y sus pertenencias en las últimas riadas.
La nobleza y la miseria se mezclan como el agua y el aceite.
Ya son muchas días sin verle. Hace lo que considera que tiene que hacer. Nosotros aguantamos lo que podemos antes de que la piedra nos desgarre la garganta.
__ Tenéis buenos epis?
__ En el hospital, no mucho. Nos apañamos.
__ Mañana vas a front line?
__ Si. Por la mañana con la ambulancia de Cruz Roja y por la tarde-noche al hospital. En Cruz Roja tenemos epis de primera. Chinos.
__ Vale. Descansa. Y cuídate mucho
__ Lo haré. 

    Se que no le vamos a volver a ver hasta que pase todo esto. Y esto va a tardar.
La ruleta seguirá girando mientras intento dormir esperando que el tiempo pase atropellando al tiempo.

              Perato
10 de mayo de 2020


Si no lo veo... no lo creo

“ Cuando acudimos a un aviso de emergencias con múltiples heridos, lo primero que hacemos, según el protocolo de asistencia sanitaria, es evaluar y comunicar a la base las características del incidente para que se aporten rápidamente los medios adecuados. Esta comunicación a través del teléfono móvil o de la tablet, muchas veces tenemos que realizarla a escondidas para que la gente que rodea el incidente no nos vea hablar por teléfono pues nos recriminan que no atendamos inmediatamente a los heridos por estar hablando por el móvil”.

    Así me lo cuentan miembros de equipos sanitarios de emergencias que me explican lo inviable que es el atender al primer herido que se encuentran sin conocer cuántos afectados hay y cual es el estado de cada uno. El triaje de urgencias es el proceso de valoración clínica preliminar que ordena a los pacientes antes de la valoración diagnóstica y terapéutica completa según su grado de urgencia. Los individuos que critican estas actuaciones de los sanitarios poseen el mismo coeficiente intelectual que los que se ponen a grabar una masacre, con sus estupendos teléfonos móviles, en vez de avisar a los servicios de urgencias y quitarse de en medio. La imagen de estos mentecatos con afán de notoriedad, aspirantes al récord de “likes” y “me gusta” son los que verdaderamente “hieren la sensibilidad del espectador”, por lo menos de la mía.

            Por otro lado, como fotógrafo, me manifiesto completamente en contra de la censura indiscriminada de imágenes duras que tienden a ilustrar catástrofes, masacres, atentados etc. De la misma forma que estoy determinadamente en contra de la publicación de vídeos y fotos de primeros planos de personas heridas o fallecidos fácilmente reconocibles. Creo que está claro que no es lo mismo un plano general de lejos, de una calle repleta de heridos, en un atentado terrorista, que un primerísimo primer plano de uno de los cuerpos desmembrados que además se le reconoce la cara. Lo primero, es imprescindible para ilustrar un artículo o un titular informativo. Lo segundo es una falta  de respeto hacia la víctima (si es reconocible).

            El espectador nunca tendrá una conciencia clara de lo que está sucediendo tanto si se le priva de la imagen como del texto de una noticia. Las terroríficas imágenes de los últimos atentados son necesarias para tomar conciencia de lo que realmente es un atentado terrorista y por consiguiente tomar postura al respecto.

            Para terminar, también tengo que manifestar que el derecho a la imagen en relación con escenas de masacres me parece relativo. Creo que no es lo mismo censurar en un video la cara de un viandante herido que paseaba por la calle a censurar la figura de un yihadista amenazando con inmolarse cuando la policía le dispara cuatro tiros. El terrorista supongo que tendrá algún derecho para los buenistas, pero para mí tiene los mismos derechos que tiene una rata desde el momento en el que ha liquidado a un montón de “infieles” inocentes.

          Perato
18 de agosto de 2017

Malditos Bastardos