El árbol del ahorcado


    La familia va dando un agradable paseo por los linderos de Quintanar del Buen Suceso. Bordean los huertos y los trigos mientras los jóvenes zagales corretean divertidos. Se acercan a una gran encina cuando la pequeña se dirige a su padre.
—¿Papi, que cuelga de ese árbol?
—¡Pues bellotas, Paquita, que van a colgar!
—¡Mariano, por Dios, si es un señor!
—¡Andá la ostia, si tienes razón!

    En la encina de Quintanar del Buen Suceso cuelga, de una gran rama, no un señor, si no el cuerpo de lo que fue un señor. No es de extrañar, pues los buitres andan toda la mañana ansiosos por meterle mano, o mejor, garra. A las rapaces de Quintanar del Buen Suceso solo se les nota nerviosas cuando el Emiliano ha matao un cordero o cuando alguno se ahorca en la gran encina. El alguacil de Quintanar del Buen Suceso ya está un poco harto de descolgar cuerpos de la gran encina. Además hoy es domingo, y como es de ley, los domingos libra como cualquier hijo de vecino y solo labora si el asunto es urgente y no es el caso. Ya no hay nada que hacer por el infeliz pues el cuerpo lleva ya unas cuantas horas cimbreando. 

    La encina de Quintanar del Buen Suceso tiene gran tradición en esto de los ahorcamientos. En los últimos tiempos ya van cinco. El alguacil lo sabe bien. Lleva la cuenta en una libreta gris. Alguno de los desgraciados está enterrado correctamente en el cementerio del pueblo pero aquellos que nadie reclamó su cuerpo, los que se ahorcaron sin tener familia ni amigos que les convencieran de dar marcha atrás, estos están enterrados bajo cuatro piedras cerca del vertedero municipal, a la entrada del pueblo. El que se ahorcó en domingo no dio tiempo a descolgarlo siquiera. El lunes cuando fueron a por él solo encontraron el traje colgado de la soga. Los buitres dieron buena cuenta del resto. Se ve que duró lo que dura la santa misa del domingo. 

    Hubo uno, recuerda el alguacil, que se colgó de una rama pequeña y cuando estaba en el último suspiro, esta se tronchó y el hombre quedó moribundo en la base del árbol. Este llevaba su propia cuerda de esparto nueva, a estrenar. Lo encontraron días después muerto y reseco pues era en pleno agosto. La gente del pueblo con la calor no sale de paseo y tardaron días en verlo agarrado a la cuerda que le rodeaba el cuello y con la lengua fuera.
—Yo nunca cojo las bellotas de ese árbol. —comenta el alguacil— Me da mal fario.
—Lleva usted razón, caballero, y además no es respetuoso dar a los cerdos las bellotas que han sido testigo de tanto drama.
—Pues sí…

    Al troncharse aquella rama la encina enfermó, se ve que de tristeza, y al poco tiempo se secó y murió. Al alcalde no se le ocurrió otra cosa que plantar una higuera en conmemoración a los difuntos. La higuera creció deprisa pero hoy en día no sirve para ahorcarse uno, salvo que sea un crío, pero a los críos ya les matan a hostias sus padres cuando no paran de enredar.

    En Quintanar del Buen Suceso ya no se supo de más ahorcamientos. Lo único fue la muerte del Florentino que se ahogó en el Duero. Unos dicen que estaba borracho cuando cayó al río. Otros hablan de que buscaba la encina y al no tener opción se echó al agua. Al Florentino no lo encontraron. Tampoco se esmeraron en la búsqueda pues no era persona querida en el pueblo. La Guardia Civil fue la única que se empeñó en el asunto.

    Desde entonces hay un chalao en el pueblo que ha montado en el patio de su casa una especie de chiringuito que lo llama “El Chill Out del Ahorcao”. A la gente no le hace mucha gracia tomarse copas mientras un nudo de horca cuelga del sombrajo pero en fin, cada uno en su casa…

   Perato
13-07-2019

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