Lo más importante es no olvidar nada. La combinación de recorridos está
hecha. Mucho costó conseguir que los trenes partieran y llegaran a una hora
conveniente, el día conveniente y al destino exacto.
El sábado, día 24 de Julio de 1.993, después de comer, preparaba el equipo con especial atención y
con las dudas de siempre acerca de aquello que sobra, esto que falta...
Mientras transcurre la noche sigue dándole vueltas a la cabeza. ¿Faltará
algo? ¿Cómo será aquello? ...
Las 9:30 h. La mañana, fresca. Se rueda bien por la autopista A-1. Va
recordando algún libro de viajes de D. Camilo. Piensa que su trabajo le lleva
también a ser El Viajero.
Van pasando los pueblos de dos en dos y se da cuenta de que
esta furgoneta es mucho mejor que aquella otra tan antigua.
__Son las 10 h... llegaré a las 13:30 h.__
Hace algo más de calor y conviene abrir un poco las ventanillas. Pronto
llega a Burgos y pone especial atención en no pasarse el desvío a Bilbao. Aparecen algunas nubes que descargan
un pequeño chaparrón. Estamos en el País Vasco.
Se pasa el desvío hacia Amurrio pero piensa que no importa demasiado. El
paisaje es impresionante, la temperatura suave y sería agradable comer algo en
las inmediaciones de Bilbao.
En el Área de Servicio hay varios camiones y turismos aparcados a la
única sombra de algunos árboles recién plantados. El Restaurante se encuentra
situado en una pasarela sobre la autopista. El viajero compra un plano de
Bilbao en la tienda de souvenirs y lo va hojeando mientras llega el
camarero con la carta.
En
el Norte suelen ser exquisitos los pimientos rojos del piquillo. Los que
acompañaban el Plato Combinado Nº 2 son pimientos morrones de bote. El huevo
frito, no.
Sentado en una de las sillas del restaurante observa pasar los coches
por la autopista a toda velocidad.
__ ¿Tomará postre el señor?
__No, gracias, un cortado.
__Café en la barra, señor
__Muchas gracias, la cuenta.
La
carretera de Valmaseda es estrecha y llena de curvas. El paisaje verde invade
las cunetas como intentando borrar el trazado sinuoso. El viajero piensa lo penoso de realizar este recorrido de noche
y después de un largo viaje en tren. Siente una extraña emoción esperando que
aparezca Arceniega detrás de cualquier loma verde. Después de una curva, al
dejar atrás un antiguo santuario,
aparecen las primeras casuchas del pueblo. Viejo pueblo vasco cercado por las
nuevas edificaciones turísticas. Después de cruzar de una punta a otra, buscando el clásico frontón, el
viajero da con un espléndido frontón cubierto de uralita, bien provisto de
gradas, bar etc., ocupado por varios chavales que juegan a la pelota. Enfrente,
el bar Eskola.
__Buenas, ¿el Convento de las Alemanas?
__Ven, te enseño, aquella puerta
verde.
__Gracias, muchas gracias.
Al
otro lado de la verja hace guardia un Castaño de Indias de más de metro y medio de diámetro y unos
treinta metros de altura que flanquea la puerta principal del edificio colonial
de cuatro plantas.
Alguien
pasea por los cuidados jardines.
__Por
favor, la Hermana Blanca Modino. . .
__¡Oh, oh! yes, yes, ¡one
moment please!
__Si, si, espero.
La Hermana Blanca viste con una vieja
camiseta rosa, desteñida y su pelo largo le rodea los hombros.
La
Hermana Blanca trabaja por las mañanas en el Obispado, en Bilbao y por las
tardes en el Convento. La Hermana Blanca Modino se muestra muy amable y
servicial con el viajero pero la Hermana Blanca Modino no tiene ni la más
remota idea de la instalación que deberá realizar el técnico.
La
Hermana Blanca Modino debe tener alrededor de cincuenta años y quiere que nos
tratemos de tú.
A la Hermana Blanca Modino le parece más fácil así.
Al
viajero le parece más difícil así.
Mientras
el viajero va montando el equipo en uno de los salones del convento, las hermanas
coreanas van componiendo un centro de flores silvestres en el centro de la
sala.
La
resonancia de la sala es magnífica para el canto gregoriano.
Para la traducción simultánea es otra cosa.
La
Hermana Blanca Modino pidió material para tres idiomas y dos cabinas de
traducción.
La
Hermana Nícola Spencer quiere para cuatro idiomas y tres cabinas.
La
Hermana Blanca Modino pidió doce micrófonos. El técnico piensa que con menos de
dieciocho no hace nada.
La
Hermana Nícola Spencer quiere practicar a las 19:30 h. Al técnico le parece
correcta esa hora. El técnico no tiene preferencias a la hora de comenzar el
martirio. El técnico otea los confines del Convento con la vaga esperanza de
encontrar algo parecido a un intérprete. No encuentra a nadie con esos rasgos.
Al
cabo de un rato el técnico le pregunta a Nícola donde están los intérpretes.
Nícola le responde que serán ellas mismas las que realizarán la labor de
interpretación. A las siete y media de la tarde piensa que no es el mejor
momento para dejar de fumar.
Después de una
hora probando consiguen entender que si no hablan en la sala, no se traduce en
las cabinas.
La
cena es en comunidad. Cada uno se sirve un poco de alimento y a continuación
lleva sus platos a la cocina.
Las
maletas del viajero aguardan pacientemente a que el Sr. Párroco baje la llave
de la habitación del viajero. No tiene ni idea de que va a descansar en el
Santuario de Ntra. Sra. del Encina. El Sr. Párroco, el cura del otro pueblo y
un joven seminarista también moran en dicho Santuario. Si hubiera sabido que
iba a compartir morada con el Sr. Párroco, otro cura y un seminarista, se lo
hubiera pensado dos veces antes de asumir este trabajo.
Cuando
el Sr. Párroco baja la llave del Santuario de Ntra. Sra. del Encina, el
viajero, la hermana Blanca Modino y la hermana Sabina parten raudos enfilando
la cuesta que termina en los jardines del Santuario de Ntra. Sra. del Encina.
Una vez dentro y luego de despedir a las hermanas, el Sr. Párroco, Jesús
para el viajero, le va explicando las numerosas palomillas que tienen como
misión encender, en unos casos, y apagar en otros las numerosas pero pobres
lámparas que cuelgan por los pasillos. El viajero siente un gran alivio cuando
el Sr. Párroco, Jesús para los amigos, le muestra sus aposentos y en éstos
encuentra una única cama. Alrededor del lecho hay una ventana arqueada del
siglo XV y una pequeña mesa mesa de cocina. También hay a un lado una silla.
Las paredes recién encaladas contrastan con el arco del siglo XV.
El viajero piensa que no necesita más explicaciones, sino las llaves del
Santuario y meterse en el jergón.
El viajero cree que por hoy ya está bien y que mañana será otro día.
Un lejano tintineo de cencerro es suficiente para despertar al viajero. Las
ovejas pastan al amanecer. El viajero siente de veras no haber preguntado al
Sr. Párroco donde estaba el calentador de agua para la ducha matutina.
Las hermanas desayunan temprano. Pan, mantequilla, mermelada y un poco
de café de puchero.
La hermana Sabina no lleva el
hábito. La hermana Sabina debe tener alrededor de veinte años y nadie diría que
es una religiosa. No tiene nada que ver con las demás monjas convencionales.
Las madres y hermanas de cierta edad se echan las manos a la cabeza cada vez
que Sabina abre la boca. Una hermana de Papua New Guinea le pregunta, en inglés:
__ ¿A qué hora comenzamos la
sesión, Sabina?
__Sí, hermana, la leche está en la
jarra blanca.
La joven Sabina entiende la vida con mucho
humor pero no entiende ni una palabra de inglés.
La hermana Bocatta viene desde Alemania y su destino será China. De
sesenta años de edad, alta y chepuda. Sabina le pregunta cómo es que se llama
Bocatta pero la alemana no entiende ni una palabra de español. Solo inglés,
francés, alemán, italiano y coreano.
La hermana Nícola, de tez extremadamente clara y ojos azules brillantes,
es quien se ocupa de la organización de los ejercicios espirituales. Cuenta que
otros años montaban ellas mismas el sistema de traducción simultánea.
Por
cable.
Desastre.
Durante
la comida Sabina sigue bromeando. Lucía, la hermana peruana, no deja de reírse
con una sonrisa menuda y tímida. Casi le falta tiempo para comer mientras ríe y
ríe. El resto de las hermanas no saben muy bien cómo tomarse las bromas de
Sabina pero ella sigue haciendo muecas y visajes. El viajero siente la
necesidad de dejarse evangelizar por Sabina.
La tarde transcurre tranquila y serena. Las hermanas van empleando
quince minutos cada una para contar sus experiencias más recientes. A media
tarde llega el padre Christiane, irlandés, quién celebrará la eucaristía en el
mismo aula donde se celebra la reunión. Se viste, el padre, con la habilidad y
destreza de quien lo hace varias veces al día.
Comienza la Santa Misa con los cánticos de las hermanas. Voces agudas que
resuenan por el aula vacía. El padre intenta seguir los cánticos pero su voz es
grave, distorsiona y no llega, consiguiendo un resultado nefasto. Él lo sabe y
su color rojizo, de irlandés, se confunde con su retraimiento.
Termina la Santa Misa con la comunión de todos los participantes menos
la del técnico, quien advierte a la hermana Nícola que no tendrá el gusto de
cenar con la comunidad ya que tiene pensado bajar a Bilbao.
__ ¡Que disfrutes, Peter!
__ ¡Gracias, sister!
El cielo está plomizo, esta mañana. El viajero baja la cuesta que separa
el Santuario del Convento. Anda a buen paso. Desayuna un poco de embutido y
zumo y se dispone a comenzar la sesión matinal. El control del técnico comienza
a estar saturado de pequeños obsequios que las hermanas de los distintos países
le van regalando. Hojas de hierbas americanas; caramelos alemanes; bolsas de
colores coreanas; estampitas con imágenes religiosas; postales de lugares
exóticos, etc.
A la hora del almuerzo la mesa hispano-parlante está al completo. Luci,
de Perú; Josefina de México; Sabina de Sevilla; Escolapia de Bolivia y el
técnico, de Soria.
La hermana Francisca tiene setenta y cinco
años y una afición ciega a la cerveza. Las hermanas responsables de la cocina
disponen todos los días una mesita con dos litronas de cerveza a
estrenar. La hermana Francisca da cuenta de media botella. La hermana Sabina y
el viajero dan cuenta de la otra restante. La hermana Francisca chupa la chapa,
a los postres.
Arroz blanco vaporizado, ensalada de tomate, lechuga y patata cocida,
componen el menú. El viajero intenta realizar una segunda incursión hacia la
mesa de las viandas pero sin éxito. La hermana Francisca tiene también buen
apetito. El viajero opta por recargar su vaso de cerveza antes de que sea tarde
y se bate en retirada. Se promete a sí mismo andar más espabilado la próxima
vez.
El viajero pesaba 70 kilos. Cuando llegó al
Convento.
__ ¡Vamos, a por el vicio…!__ exclama la
hermana Sabina llenando de nuevo su vaso.
__ ¿Sabéis aquel que dice...?
__Mamá, ¿puedo echar a la
primitiva?
__Sí, anda, échala.
__ ¡Ala, abuela, a la puta
calle!
La hermana Luci
ríe con timidez mientras el resto de los comensales no sabe muy bien si reír o
llorar. Sabina sigue a lo suyo.
El postre está compuesto de natillas con
hojaldre, almendras y melocotón en almíbar. Todo ello rigurosamente casero.
Comienzan a producirse escaramuzas para no quedarse sin natillas.
Después de la presentación del
informe sobre Estados Unidos, hay media hora de meditación. El viajero piensa que
un buen lugar de meditación sería el bar de la plaza, saboreando un pacharán de
la tierra.
Las hermanas coreanas ambientan
su presentación ataviadas con trajes regionales y músicas de kayago. Sus
vestidos están pensados para disimular las partes femeninas. Debajo del shary
las hermanas portan un gran machete para poder suicidarse en caso de intento de
violación.
Las hermanas de Papua New Guinea
le obsequian al técnico con una caracola enorme procedente de la isla de Tanga.
El técnico está agradecido y piensa que debe corresponder de alguna forma.
La hermana Nícola le pregunta al
técnico si éste es practicante.
El menú para cenar lo componen: arroz
blanco vaporizado, lechuga del huerto y judías verdes con patatas cocidas. Ya
está la mesa hispana formada.
__Pedro, ¿has sentido alguna vez la llamada de Dios?
El técnico piensa que ha llegado su hora.
El viajero siempre tuvo claro el cómo
zafarse de estas situaciones.
Al técnico le miran las cuatro hermanas a
la vez, ávidas de una respuesta conveniente.
__Hermanas, estoy
casado y tengo un hijo de dos años.
__No importa, el Señor llama a sus siervos de muchas formas.
__Hermanas, a mí, el Señor me escogió
para facilitar la comunicación entre los hombres.
Todas asienten complacidas moviendo la
cabeza de arriba a abajo.
El técnico cree que ha salido airoso del
trance.
El silencio se adueña de los comensales.
El viajero comienza a relajarse.
Por la tarde van subiendo los
grados y en la sala ya hace un poco de calor. El ruido del motor del tractor
que recoge la hierba, obliga a cerrar las ventanas. A estas alturas la mesa del
control del técnico parece el chiringuito de un mercadillo marroquí. El padre
se vuelve a vestir para celebrar la Santa Misa.
Comienzan con un cántico a tres voces.
__Aleluya, aleluya, alelu...
alelu... aleluyaaaaaa.
Llega
la hora de la comunión. La hermana Francisca, la que da buena cuenta de la
cerveza en el comedor, se las arregla siempre para comulgar la última. De esta
forma termina siempre con el culín de vino del cáliz.
La
Santa Misa termina con un cántico. El padre Christy se va quitando el sayo
mientras suenan las últimas notas__... Aleluya, aleluya, alelu...
alelu...aleluyaaaaa.
__ ¡Peter, quédate a cenar esta noche, tío, la abuela ha hecho tartas!
__ ¡Vale, Sabina!
El viajero piensa
seriamente que la hermana Sabina tendrá serios problemas para llegar a los
votos perpetuos si sigue así. Sabina es capaz de agotar a la Madre Superiora.
El técnico cree que la hermana Sabina si no consiguiera los votos perpetuos
tendría mucho éxito como animadora turística en cualquier playa del país.
__ ¡Peter! ¿Has cortado ya el turrón?
¡Que llegan las pirañas!
__Voy Sabina, voy.
El
viernes es el último día del técnico en el Convento de las Alemanas.
Después
del desayuno las hermanas de Papua, ataviadas con sus trajes regionales, hacen
la presentación de la Biblia según ritos indígenas. Rodeando sus cabezas,
adornos de plumas. En las mejillas, pájaros de libertad blancos contrastando
con su piel oscura. El aire invadido por sonidos de tang tang. Todo
rezuma espiritualidad.
El irlandés habla y habla sin parar:
"Isaías, Jeremías..."
El viajero comienza a notar una cierta
"melancolía africana". Al técnico le quedan pocas horas para ir
alejándose del exotismo espiritual del Convento. Los fundamentos espirituales
del viajero se han visto afectados por la experiencia y le gustaría
corresponder a tanta amabilidad y simpatía. Recoge unas cuantas flores
silvestres de alguna cuneta, las pone en un recipiente con agua y lo coloca a
un lado del improvisado altar, en el centro de la sala. Nícola, al verlo, se
emociona. Comenta algo que hace sonrojar al técnico.
Los
caramelos alemanes son muy buenos y dulces.
La
mañana está soleada.
El
viejo jardinero siega la hierba.
La
hermana Luci va al huerto a por unas lechugas para la comida.
Al
tetrapléjico del pueblo lo han sacado a pasear en su silla de ruedas.
Cantan
los pájaros en Arceniega.
__En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo…
Reza
el padre Christiane.
__In
the name the Phader...
Reza la hermana Ingemar.
__Demos gracias a Dios por estar aquí
reunidos e invitemos a Pedro a compartir esta eucaristía…
Por
un momento el viajero piensa que se refiere al apóstol Pedro.
__....invitemos a Pedro que
tanto nos ayuda detrás del escenario…
El
técnico ahora está seguro de que no se refería al Apóstol. Al técnico se le van
complicando las cosas. Como esto siga así, comulgará al final de la eucaristía.
__Pedro, ¿te gustaría
participar?
__No estoy preparado, Nícola...
__No esperes nunca a estar preparado.
Al
técnico le ha llegado el momento de integrarse completamente en el grupo y se
dispone a tomar la comunión. Quién se lo iba a decir hace unos días…
Al técnico le ha llegado su última noche en el Convento.
Las
hermanas le halagan con una pequeña fiesta de despedida para lo que tampoco
estaba preparado. Helados de bombón, pacharán casero, dulces y una entrañable
despedida. El técnico se encuentra incómodo siendo el protagonista de la
velada.
Sabina quiere que la destinen a Papua New Guinea.
Nícola piensa que
estará mejor en Arceniega.
Algunos
abrazos, fuertes.
Algunas
lágrimas, contenidas.
Nícola
coge con sus manos la mano de su hombre especial. Sus ojos verdes y
cansados se fijan en los de él. La garganta parece romperse.
El técnico piensa que, dada la edad de
Nícola Spencer, quizás nunca más se volverán a encontrar.
__ ¡Hasta la vista, Peter!
__Hasta siempre, querida Nícola…
Termina la velada y el viajero sube lentamente la cuesta de acceso al
Santuario de Nuestra Sra. del Encina, del siglo XV.
El
aire limpio y fresco llena sus pulmones.
La
Luna lucha por hacerse un hueco entre las nubes.
El
viajero se mete en la cama y cerrando los ojos va recordando la entrañable despedida.
El Sol sigue durmiendo cuando el viajero deja el Santuario, de
madrugada.
Hace
frío. Toma un café cortado en la estación esperando la llegada de su tren. El
tren del regreso.
Una
parte del viajero no cogió ese tren. Algo de él mismo se quedó en aquel lugar
para siempre.
Al
cabo de unos meses el viajero escribió un
e-mail a Roma a nombre de Nícola Spencer.
La respuesta fue la siguiente:
Estimado
Sr. Ramos:
Mi nombre es Flavio Casterelli, mayor de la Orden
de las Hermanas Alemanas en Roma. Me duele comunicarle que nuestra Hermana
Nícola Spencer Brown falleció hace unas semanas en la aldea de Utai, al sur de
Angola. El motivo de su muerte fue el brutal asesinato por parte de un grupo de
utus quienes asaltaron la misión donde desarrollaba su trabajo. Nuestra hermana
se sacrificó hasta el finadle sus días sirviendo a los más desfavorecidos.
Que el Señor la acoja en su seno.
Atentamente.
Flavio Casterelli.