El año pasado, por
estas fechas, tuvimos la ocasión de visitar las huellas (icnitas) que un mamífero prehistórico dejó grabadas en
una antigua charca hace 25 millones de años en lo que hoy es la localidad
oscense de Ábiego. La claridad de esas
huellas nos impresionó gratamente y por unos momentos nos intentamos remontar a
aquella época imaginando cómo sería aquel paraje lleno de animales
impresionantes.
Hace
unos días hemos vuelto por la zona acompañados por unos amigos que tenían interés
en conocer las icnitas de Ábiego. Nos bajamos de los coches muy orgullosos de
poder mostrarles las huellas pero cual fue nuestra sorpresa cuando al llegar al
lugar nos encontramos con que muchas de las huellas han sido embadurnadas de
una pintura negra parecida a brea. Después de volvernos locos buscando un
motivo de semejante cosa, llegamos a la conclusión de que las habían pintado
para que resaltaran más sobre la caliza blanca. En esta ocasión, en vez de
ponernos a imaginar como era el paraje hace 45 millones de años, nos preguntamos:
¿Cual ha sido el criterio para pintar unas icnitas que se veían perfectamente a
simple vista? ¿Quién ha sido el cretino que ha decidido toquetear, alegremente,
algo que ha permanecido 45 millones de años inalterable?
¿Cómo es posible que se nos prive de admirar
algo tan natural?
Claro, debe ser el
mismo imbécil que se llevó hace años las losas que aparecieron con icnitas de
un apreciable tamaño.
¿Sería posible encontrar al tonto del cubo y
la brocha?
¿Alguien ha visto a esa lumbrera?
¿Tendrá la autorización del Ayuntamiento de
Abiego?
¿Tendrá el consentimiento de algún catedrático
de Paleontología?
¿Se puede actuar judicialmente contra él?
En el pueblo, dos
lugareños de avanzada edad sentados en un poyete de la calle nos comentan con
tristeza, que no saben porqué han pintado las huellas. Ni ellos mismos lo
entienden.
Nos volvemos a
subir a los coches pensando en dejar un cartel…
“SE BUSCA A UN IMBÉCIL CON UN CUBO Y UNA BROCHA”
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