Como has podido

       Todos tus viajes increíbles nos daban envidia pero nos resignábamos a quedarnos en tierra. Pero en este último me cuesta más que nunca no acompañarte. Donde estés quiero estar contigo, compañero. Si siempre fuimos dichosos a tu lado, por que no seguir contigo allá donde te encuentres. Cuando tus cenizas sean esparcidas por los paisajes que adorabas, yo quiero estar contigo. Nos has dejado realmente, pero virtualmente no lo consentiremos, seguirás con nosotros. Nos ofreciste una amistad real y divertida hasta en los momentos mas duros de tu vida y ahora de golpe y porrazo nos lo arrebatas.

    Como has podido hacernos esto...

      Nos dejas huérfanos de tu cariño en el peor momento, cuando más te necesitábamos. En que estarías pensando cuando dejaste de luchar. Si en otras ocasiones lo conseguiste, por que no ahora? Nos ofendes con tu desaparición, después de haber estado acostumbrados a ti durante tanto tiempo.

    Como has podido hacernos esto...

      En el momento justo en el que se dormía tu corazón sentí que un trueno rasgaba el cielo oscuro y un diluvio de
saltantes me atenazaba la garganta. Nadie volverá a preguntarte nunca ¿que son saltantes? La respuesta solo tu la sabías. Cometiste el error de ser entrañable y no te puedes imaginar el daño que nos has hecho. No quiero volver a conocer a alguien como tú para que al final se vaya y me haga sufrir de nuevo.

     Como has podido hacernos esto...

      Dime que solo eres un cabronazo, que nos estas tomando el pelo otra vez. Dímelo, Dolfo, porque este último viaje también para mí es increíble. Y si no es así, confío en que allá donde estés, tengas buena cobertura para poder escuchar a toda la gente que te tiene que seguir hablando de tantas cosas, compañero del alma, compañero.


          "Perato"

Madrid, junio de 2008

Rojo, Blanco y negro


A la una de la madrugada, la furgoneta acondicionada para pasar la noche, le espera aparcada en una de las calles más tranquilas que encontró nada más llegar a la ciudad. Vuelve andando, despacio, después de haberse despedido de sus tres amigos de siempre. Larga despedida entre risas y copas. Tan larga como el tiempo que no coincidía con uno de ellos. Veintitrés años nada menos.
Abre la puerta trasera del vehículo y se tumba sobre las colchonetas dispuestas a lo largo. Hace calor y deja el portón medio abierto.

__SMS- ¿Cuál es el mejor tramo para correr?
__SMS- ¿Pero tú donde estas?
__SMS- ¡Que pregunta más lerda!
__SMS- En Imarcoaín, a diez kilómetros de Pamplona.
__SMS- ¿Estás en Pamplona, cabronazo?
__SMS- Ya lo ves.
__SMS- Vale, nos vemos en  Blanca de Navarra en media hora.

Cuando se encontró con sus amigos después de tanto tiempo no pudo evitar la emoción. Esa sonrisa de siempre mezclada con la cara de sorpresa se le quedará marcada para mucho tiempo. Ese abrazo de bienvenida era verdaderamente largo y sincero pues ninguno aflojaba como queriendo suplir tanto tiempo de ausencia.

Se va acurrucando en el saco mientras coloca los cojines que le sirven de almohada. Casi completamente a oscuras se quita el reloj y ajusta la alarma poniendo mucho cuidado en no equivocarse.

El sofoco del reencuentro va desapareciendo mientras dan cuenta de sendas jarras de cerveza fresca.
__ ¡Por nosotros… ¡
__ ¡Por nosotros!
No dejan de mirarse intentando adivinar quien será el primero en recordar las consabidas batallitas de la mili. O quizás se observan comparando sus respectivas tripitas cerveceras. Juana no ha cambiado en absoluto. Delgada y estilizada, como siempre. Julio, su marido, algo más grueso, aunque insiste en que no pasa de los ochenta kilos. Joaquín, también algo mas rollizo pero con la misma sonrisa de bonachón que le caracterizó siempre.

Intenta coger el sueño recordando el sabor de las trufas que hacía Juana hace más de veinte años cuando ellos estaban juntos, en Valladolid, cumpliendo con el servicio militar. Ese aroma es una de esas cosas que se llevan consigo durante toda la vida.
Sigue sudando sin poder conciliar el sueño. No deja de pensar en cómo se desarrollará la carrera.
Alguien con más de una copa pasa dando trompicones y cantando algo irreconocible cerca del coche. Espera que pase de largo cuanto antes.

Deciden ir a cenar algo rápido pues no quieren que se les alargue la noche. Mañana será un día emocionante.
__ ¿Quieres un bocadillo de ajoarriero?
__ ¿Ajoarriero en bocadillo? Vale.
Siempre le ha encantado el ajoarriero, ya sea en cazuela de barro, perolo, taperware o en bocadillo.
Los pies pegados, como siempre, al suelo pegajoso de aquel bar.

El sueño de los mejores tiempos pasados lo rompe poco a poco el sonido peculiar del despertador del teléfono móvil.
5H. 30mn. Las legañas funden los párpados con fuerza y solo se desprenden cuando se incorpora en su improvisado lecho. El fogonazo de la farola encendida es lo primero que ve al frotarse los ojos con sus dedos sudorosos. A trancas y barrancas se va vistiendo, medio encorvado, dentro de su habitáculo.
__El nudo de la faja es a izquierdas o a derechas?
Se anuda el pañuelico rojo recordando la ancestral simbología de la sangre derramada en el degollamiento de San Fermín en Ambers en el siglo XVIII.
__No es momento de pensar en sangre, precisamente.
Intenta no llevar nada más que lo imprescindible. Solo las llaves del coche y el carnet de identidad.

El amanecer, fresco.
El paso, rápido.
El ánimo dispuesto.
La ilusión encendida.

Van pasando las farolas de dos en dos mientras se dirige al tramo que anoche estudió con tanto cuidado asesorado por sus compañeros de siempre.
Cafetería Belagua. A medio camino entre Estafeta y Telefónica. Ese es el lugar idóneo. Mira y remira el suelo de adoquines. Pasa el pie una u otra vez examinando el grado de adherencia. El pavimento está ligeramente húmedo todavía pero faltan casi dos horas y media para que comience el encierro.
__Para entonces estará seco?
            Al cabo de un buen rato deambulando por el recorrido observa a otros mozos que emplean estos últimos momentos en realizar estiramientos, flexiones, etc. cada uno con la mirada extraviada no se sabe donde.
La policía municipal y la ertzaintza van acotando las zonas del recorrido.
Uno de los mozos lleva una camiseta blanca con la foto de sus hijos en blanco y negro impresa por delante y por detrás.
Hay quien se santigua dos veces discretamente mirando al suelo.
Una pareja de americanos se dan masajes apoyados en la fachada de Estafeta.
Alguien que no va a correr el encierro, y con la camiseta completamente teñida de calimocho se aproxima medio tambaleándose levantando la mano en forma de saludo. El no le rehuye el gesto y chocan sus manos como si se conocieran de toda la vida.
Los encargados de montar el vallado terminan de realizar su trabajo rodeando físicamente a los espectadores que se han hecho fuertes a lo largo del recorrido.
Un mozo, entrado en años, se ata los cordones de las zapatillas con una liturgia especial y prácticamente sin flexionar las rodillas. Otro, va enrollando parsimoniosamente un ejemplar del Diario de Navarra.
Son muchos los que siguen frotando el suelo con cierta desconfianza.
Parece que se va secando, poco a poco.
Faltan escasamente diez minutos para detonar el cohete que anuncia la apertura de los corrales.
Los corredores se entremezclan con la gente que solo aspira a simular que han corrido el encierro.
En uno de los balcones, repletos de gente, se asoma una joven rubia despampanante. Uno de los mozos le grita:
__¡¡Rubia, coqueta, enséñanos las tetas!!
Un segundo después un coro de veinte o treinta mozos entonan a la vez.
__¡¡Rubia, coqueta, enséñanos las tetas!!
A continuación un estruendo de cientos de voces que abarrotan la calle, corean al unísono:
__¡¡Rubia, coqueta, enséñanos las tetas!!

El momento se hace eterno. Las pulsaciones revolucionadas. De pronto se abren las compuertas y una masa de gente vestida de blanco y rojo, echa a correr. La mayoría para llegar cuanto antes a la plaza de toros sin pagar la entrada. El resto, para situarse en el tramo de encierro escogido con antelación. Faltan menos de tres minutos para el comienzo. Calcula mentalmente el tiempo que tardarán los toros en llegar a Estafeta. Un minuto y cincuenta segundos. La mayoría de la gente que abarrotaban la calle ya están en la plaza cuando suena el cohete anunciando la apertura de la puerta de los corrales de Santo Domingo. Montones de falsos corredores comienzan la carrera mucho antes de que lleguen los primeros toros.
Comienza a dar saltos intentando mirar por encima de las cabezas de los demás. El corazón está a punto de estallar. Mira fugazmente el reloj. No faltarán más de seis o siete segundos. Está completamente empapado en sudor. Sudor helado. Último vistazo rápido al reloj. Un minuto y cuarenta segundos. Los gritos de los primeros corredores se hacen más y más evidentes. Resuenan por toda la calle
¡Ahí están!
Cuando faltan apenas treinta metros para que lleguen los primeros cabestros, emprende la carrera, procurando situarse en el centro de la calle. Después de varias zancadas ya entiende que ha igualado la velocidad de los toros cuando mira un instante hacia atrás mientras intenta mantener la velocidad constante. Entre la masa de corredores puede adivinar la cornamenta de uno de los toros de setecientos kilos que como una locomotora se va acercando peligrosamente moviendo la testuz arriba y abajo al ritmo de su carrera. Vuelve la cabeza de nuevo aumentando la velocidad considerablemente a la vez que va apartando a manotazos a los mozos que le estorban a su paso. No quiere volver la cabeza de nuevo pero adivina la distancia de los morlacos. Escucha el sonido de sus pezuñas chocando contra el adoquinado.
¡Están encima!
 El terror le hace correr desesperadamente. Quiere volver la vista pero el pánico se lo impide. En un instante deja de ver las espaldas de los corredores que van delante. Todo se vuelve móvil y borroso. Sus ojos no consiguen enfocar nada en absoluto. Una sacudida, un golpe seco, es lo que le ha hecho rodar por el suelo cubriéndose la cabeza con los brazos y dejando una apertura por donde observa multitud de zapatillas pasando a toda velocidad a centímetros de su cara. Siente como el resto de los corredores le pisotean en su carrera mientras espera de un momento a otro el momento en que uno de los toros rezagados le pase por encima. Los segundos se paran en seco. Se hace el silencio absoluto. El cuerpo contraído e inmóvil. La respiración contenida. Por debajo del brazo ve pasar fugazmente las pezuñas de los últimos toros rezagados. A casi un metro de distancia pasa Temeroso ignorándole completamente mientras ruega que esos ojos blancos y grandes no se fijen en él. Justo a continuación ve a un mozo vestido con una camiseta verde.
¿Será uno de los pastores?
La vara que lleva en la mano le confirma que efectivamente es un pastor cerrando el paso de la manada. En ese preciso instante siente un manotazo en la espalda y escucha:
¡Levanta, ya han pasado!
Vuelve a entrar algo de aire en los pulmones. Siente que sus poros se abren alocadamente. Comienza a notar el frescor del sudor en su cara. Se levanta de inmediato pero sus piernas se empeñan en tambalearse. Se intenta examinar buscando alguna mancha en su vestimenta. Está bien, solo algunas rozaduras que no le producen ningún dolor. Los toros del Ventorrillo han tenido mucho esmero en esta ocasión. Andando a trompicones se dirige hacia una de las salidas del recorrido, intentando plasmar en su mente esos diez segundos que transcurrieron entre el momento de emprender la carrera hasta la palmadita en el suelo que le propinó algún corredor avezado. Su corazón sigue a un ritmo enloquecido. Ha sido un momento excepcional. La excitación era casi insoportable. Llevaba muchos años esperando este momento, veinticinco. Se va encaminando hacia el coche y se apresura a encender el teléfono. Mientras, se remoja con el agua del bidón. Sigue sudando inconteniblemente. Escucha el sonido de las llamadas perdidas y de los mensajes sms.
__SMS- DESPIERTA YA QUE SON LAS NUEVE…

Es Julio. Le llama desde Barajas y no se ha convencido de que lo de correr el encierro iba en serio.

__SMS- ¿ESTÁS BIEN? NO TE HE VISTO EN LA TELE…

Es Jesús, le dije que iba a correr el día 10 y fue el primero en llamar.
Arranca el coche, ajusta el navegador y en pocos minutos enfila la autopista con dirección a Madrid mientras sigue sonando el teléfono.
Apenas lo escucha.
Lo ignora mientras sigue obsesionado con recordar una y mil veces el delirio rojo, blanco y negro. 

        Perato
       Año 2008

Ángeles Custodios


      En la plaza, solo quedan algunos nostálgicos, los de siempre, empecinados en dejar seco el vaso apoyado sobre el banco del bar de siempre.
En la noche, solo el tímido silbido del aire mareando las hojas de los árboles.
En los vasos, solo algunos resquicios de hielo derretido mezclado con restos de licor.
En las mentes, solo la resistencia a la profanación de aquel lugar que durante tantos años fue su íntima morada.

Tantas veces frecuentándolo en las más variadas situaciones les dieron, a los dos,  motivos suficientes para erguirse como Ángeles Custodios del paraíso que supuso durante tantos años aquel lugar tan especial. Su atracción mágica no había disminuido desde hacía más de treinta años. Es más, a medida que transcurría el tiempo para ellos, era más intensa la atracción que les producía. Nunca entendieron por qué. Ni el interés paisajístico, ni el sentido histórico ni el valor arqueológico, eran suficiente para entender la seducción que les provocaba ese lugar. Iba mucho más allá de lo que el razonamiento les dictaba. Al ascender con aquella parsimonia histórica por las faldas de la fortaleza, no iban pensando sino en que nada ni nadie profanara el templo donde se cultivaron personalmente durante tantos años. El único sonido de un vehículo acercándose a su territorio les producía una sensación de alerta contra lo que nadie llegaría a entender jamás. El escuchar voces estridentes dentro de la fortaleza les provocaba una inmensa consternación. Solo el observar a la gente deambulando vulgarmente por sus inmediaciones, interfiriendo en el sonido del viento, les ocasionaba un desaliento contenido. Nunca soportaron que algo pudiera  romper el hechizo que suponía internarse en aquel recinto encantado.

Esta noche media Luna encendida resplandece entre las almenas jugando al escondite entre nubes deshilachadas. El sonido del vacío es interrumpido por suaves ráfagas del viento del norte.
Descalzo, asciende paso a paso por la rampa de acceso a la fortaleza a la vez que se va despojando  parsimoniosamente de su atuendo. Sus pies erosionados por las abrasivas piedras le transportan por fin, a La Puerta de Los Califas.
El frío intenso.
La piel erizada.
Su mente y su cuerpo completamente desnudos.
Los brazos extendidos.
Las piernas abiertas.
La mirada fija.
Sus ojos ampliamente abiertos e irritados.
El tiempo completamente parado.
Su cuerpo descubierto resplandece levemente bajo la luz de la Luna.
Ahora nada interfiere en la fusión con el místico paraje.
Enteramente sometido a la fuerza que ejerce El Templo, permanece inmóvil, impasible, redimiéndose de la vulgar realidad.
Alzando lentamente la mirada a la vez que una estrella fugaz ilumina como un flash el cielo transparente, dejando un rastro de luz blanquecina que tarda unos segundos en desaparecer por completo. Es la señal de ratificación que el más allá, otorga a los Ángeles Custodios.
Después de media hora y con los miembros ateridos y entumecidos vuelve a desandar el camino, de espaldas a la Luna y recuperando pausadamente sus ropas extendidas a lo largo de la fortaleza. Desciende la rampa a la vez que va recobrando el sentido del mundo real.
Acaba el éxtasis. Nada importa entonces. Ese territorio fue, es y será suyo mucho más allá de su existencia temporal. Nadie, absolutamente, tendrá derecho a invadir un territorio que le perteneció, íntimamente, desde siempre. Cualquier ser vulgar debería rendir pleitesía a aquellos guardianes de los sueños y de lo infinito. Y si no es así, en un futuro, cuando ellos hayan sucumbido a la vida material será el vuelo de los buitres… O el eco del viento enredando entre las almenas… O el aroma del tomillo pisado y la manzanilla... Será la sombra de las tenebrosas nubes del estío… O será la misma historia de aquel lugar… O quizás el travieso pulular de las ánimas que desde siempre han levitado por aquella fortaleza, quienes harán cumplir la pleitesía en aquel Templo Eterno.
            Pero ellos, desde cualquier lugar, y para siempre, seguirán vigilando todo aquello que llegue a perturbar el equilibrio de La Eternidad.


            "Perato"
    Quintanas de Gormaz
      8 de agosto de 2008

ICNITAS


El año pasado, por estas fechas, tuvimos la ocasión de visitar las huellas (icnitas) que un mamífero prehistórico dejó grabadas en una antigua charca hace 25 millones de años en lo que hoy es la localidad oscense de Ábiego.  La claridad de esas huellas nos impresionó gratamente y por unos momentos nos intentamos remontar a aquella época imaginando cómo sería aquel paraje lleno de animales impresionantes.
            Hace unos días hemos vuelto por la zona acompañados por unos amigos que tenían interés en conocer las icnitas de Ábiego. Nos bajamos de los coches muy orgullosos de poder mostrarles las huellas pero cual fue nuestra sorpresa cuando al llegar al lugar nos encontramos con que muchas de las huellas han sido embadurnadas de una pintura negra parecida a brea. Después de volvernos locos buscando un motivo de semejante cosa, llegamos a la conclusión de que las habían pintado para que resaltaran más sobre la caliza blanca. En esta ocasión, en vez de ponernos a imaginar como era el paraje hace 45 millones de años, nos preguntamos: ¿Cual ha sido el criterio para pintar unas icnitas que se veían perfectamente a simple vista? ¿Quién ha sido el cretino que ha decidido toquetear, alegremente, algo que ha permanecido 45 millones de años inalterable?
¿Cómo es posible que se nos prive de admirar algo tan natural?
Claro, debe ser el mismo imbécil que se llevó hace años las losas que aparecieron con icnitas de un apreciable tamaño.
¿Sería posible encontrar al tonto del cubo y la brocha?
¿Alguien ha visto a esa lumbrera?
¿Tendrá la autorización del Ayuntamiento de Abiego?
¿Tendrá el consentimiento de algún catedrático de Paleontología?
¿Se puede actuar judicialmente contra él?
En el pueblo, dos lugareños de avanzada edad sentados en un poyete de la calle nos comentan con tristeza, que no saben porqué han pintado las huellas. Ni ellos mismos lo entienden.

Nos volvemos a subir a los coches pensando en dejar un cartel…

“SE BUSCA A UN IMBÉCIL CON UN CUBO Y UNA BROCHA”

Bien, De Juana, Bien

       Por fín nuestro amigo De Juana Chaos ha entrado en la cárcel y ha entrado en razón. Dos entradas que a muchos nos llena de un gozo especial. Ha entrado en la cárcel de donde nunca debió salir y ha entrado en razón al entender que el verdadero castigo para sus asesinatos, lejos de cumplir varios años de cárcel, es el de autoejecutarse dejando de comer.

       Bien, De Juana. Gracias por ahorrarle a las autoridades penitenciarias otro trago más. Tu mismo, De Juana has decidido juzgarte merecedor de la muerte y adjudicarte la misión del verdugo. Bien, De Juana, bien. En la cárcel de Martutene tendremos menos ocasiones de que los medios de comunicación nos ofrezcan imágenes de tu lento deterioro. Gracias De juana por intentar sentar un precedente con esta decisión, ahora que ni siquiera a Rubalcava le importa un carajo tu asquerosa vida. Gracias te digo por ayudar a que otras alimañas de ETA sigan tus mismos pasos. No puedo imajinar que el fin de ETA vaya a ser por inanición en vez de negociación. Oye, De Juana, ¿Tu crees que esta actitud será contagiosa? Dame una alegría y dime que vas a cumplir tu palabra y no vas a probar ni un bocadito de sanwich de jamón york.

Chao, De Juana

     1987 fue, sin duda, un año horribilis para josé ignacio de juana chaos. Fue el año en que las fuerzas de seguridad le dieron caza (nunca mejor dicho) junto a varios “compañeros de trabajo”.
¡Con los buenos resultados que había obtenido en 1986…! En aquel año solo pudo asesinar a veinticinco ciudadanos de este país. Y mira que lo intentó, pero no pudo asesinar a nadie más, ni siquiera al fiscal Burón Barba, ni al presidente del Supremo Antonio Hernández Gil, ni a los setenta heridos de la plaza de República Dominicana.
En fin, no todo sale como uno piensa, pero de todas formas no estuvo mal, veinticinco cadáveres destrozados en menos de doce meses. Demasiado trabajo y responsabilidad al hacerse cargo de la dirección del comando Madrid a principios de 1986. Pero ya tuvo que dejar de asesinar.
Los jueces torturadores de este país le condenaron a cerca de tres mil años de cárcel de los que cumplió menos de veinte, es decir, apenas un año de cárcel por muerto. Y todo fue legal. Se le redimió pena por estudiar, por escribir, por trabajar… siempre siguiendo rigurosamente un código penal establecido hace años y que ningún partido político tuvo arrestos de modificar. Tan ineptos somos los votantes de este país, por mucho que digan algunos, como los políticos responsables de gestar las leyes que determinan el tiempo en prisión de una alimaña como josé ignacio de juana chaos.
El 2006 vuelve a ser un año horribilis para este individuo. Cuando ya se veía en la calle después de cumplir su condena por los veinticinco asesinatos, decide que no quiere cumplir tres años más por amenazas terroristas y que se declara en huelga de hambre hasta que lo excarcelen.
¿Y la gente que piensa de todo esto?
¿Qué al pobre hombre le deberían mandar a su casa?
¿Qué lo peor que puede pasar es que
 "se nos muera en los brazos"?
¿Qué al fin y al cabo ya casi había cumplido sus penas?
Pués no, creo que no es esto lo que piensan la mayoría de los ciudadanos de este país. Otra cosa es que lo digan. Creo que la gente de este país está rabiosamente enfrentada a esta resolución de nuestros gobernantes mientras la alimaña recobra el conocimiento cada vez que se revuelca con su novia en la ducha de su habitación.
¿Pero no estaba tan grave?
Para esto si tiene fuerzas este mal nacido, y también para salir andando de la ambulancia que le trasladó a su querida tierra euskalduna. ¡Que vergüenza!, primero intentan matarnos y luego a los que quedamos nos engañan miserablemente. Y si a alguien se le ocurre hablar de pena de muerte o cadena perpetua enseguida le tachan de inhumano, inmoral y retrógrado. Pues bien, querido josé ignacio, yo te digo que aborrezco la pena de muerte para ti, porque esto acabaría con la posibilidad de que sufrieras todo lo que tu podrido ser fuera capaz de sufrir.
Hoy yo te digo: ¡Chao! de juana, púdrete en el infierno de tu asqueroso futuro contando una y otra vez el número de huérfanos que provocaste.
¡Chao! de juana, sigue viviendo con el miedo a que algún familiar de tus víctimas se tome la justicia por su mano y acabe con tu asquerosa vida.
¡Chao! de juana, me despido confiando ciegamente en que los revolcones con tu novia nunca lleguen a engendrar otro ser tan despreciable y repugnante como tú, de juana.

           
                  Perato
Madrid, 17 de marzo de 2007

El Niño Amarillo


        Aproximadamente al año de comenzar la nueva tortura existencial suena el teléfono para proponerle al Viajero una nueva tarea que por otra parte le procure un poco de sosiego profesional.
__ ¿Una semana en dónde?
__En Ouarzazate.
__ ¿En Albacete?
__No, no en Ouarzazate, en Marruecos.
__Sí, entiendo, vale, estoy libre.

Sin saber muchos más detalles el viajero no lo piensa dos veces. Le da lo mismo ir a Ouarzazate que a Albacete que a San Sebastián de los Reyes, lo único que le importa es huir cuanto más lejos mejor.

El avión sale a las 18h. De la Gate 4ª de la terminal 3 del único aeropuerto que hay. Dyc con Cocacola mientras se reúne el grupo de 8 técnicos que compartirán las vicisitudes de este trabajo. Bromas típicas de aeropuertos, saludos, pasaportes en la mano, tarjetas de embarque que hay que interpretar... y la confusión de algunos al apercibiese de que la hora de llegada a Marruecos es la misma que la salida de Barajas, las 22h.

Después de las bromas al despegar, las bromas durante el vuelo y las bromas al aterrizar llegan al parking donde varias furgonetas están esperando para transportarles a los hoteles. Después de cargar las maletas en las bacas de los vehículos estos se desplazan hasta los hoteles donde se ubicará el equipo técnico. Es noche cerrada y la temperatura agradable. El hotel Al Farah Al Janoub situado en los arrabales del pueblo es uno de los peores hoteles de cuatro estrellas de la zona. La habitación que funciona la luz, se le sale el agua del water. La que no se le sale el agua, no funciona el aire acondicionado. En la que funciona la luz y el aire huele de espanto etc. La habitación que comparte  El Viajero con otro técnico no es de las peores. Funciona un poco la luz, otro poco el aire acondicionado y apenas se sale el agua en el cuarto de baño.
No obstante todo un lujo dadas las condiciones.

Amanece en Ouarzarzate después de haber pasado la noche buscando la mejor posición en la cama o por lo menos la mejor forma de dejar de sudar entre las sábanas. Desayuno en el hotel a base de mermeladas dulzonas, café de puchero y algo de bollería tradicional.
Treinta grados a las 8 de la mañana mientras los técnicos esperan en la puerta del hotel Al Farah Al Janoub a las furgonetas que les trasladarán a la carpa donde se celebrará el evento, no sin antes proveerse de los clásicos “chechs” torpemente anudados a la cabeza. El Viajero no hace más que pensar cual será la máxima temperatura que se puede alcanzar en esa zona del mundo a las cuatro de la tarde del 15 de septiembre de 2001.
Con cierto retraso por fin parten hacinados en los polvorientos vehículos en dirección a dios sabe donde. Después de cruzar los diferentes barrios de Ouarzarzate enfilan una estrechísima pista asfaltada donde los transeúntes no dejan de pasar en una dirección y en otra, montados en bicicletas destartaladas o en peculiares sandalias hechas a base de trozos de neumáticos atadas con cuerdas al dedo gordo y al talón. Los conductores llevan una velocidad endiablada pasando a escasos centímetros de los viandantes con los que se cruzan en la carretera. La temperatura en el interior de las furgonetas se va incrementando poco a poco hasta el punto de ser insoportable. Alguno de los pasajeros abre la ventanilla del coche para respirar un poco ante el enfado del chofer que le obliga a cerrarla de nuevo ante el asombro de los demás pasajeros. Al cabo de unos pocos kilómetros la caravana abandona la carretera asfaltada para adentrarse en una pista arenosa y bacheada montando una nube de polvo que impide ver mas allá de diez metros por delante de cada furgoneta. Ahora es cuando comprenden el porqué de llevar las ventanas cerradas. Eternos minutos transcurren entre una nube de polvo arenoso y ardiente mientras se internan por un desierto pedregoso y desolador hasta que al fondo, en el horizonte se comienza a vislumbrar una especie de carpa blanca que se confunde con la nube de polvo. A medida que se van acercando van dándose cuenta de que es una carpa de un tamaño considerable. De lejos da la impresión de que va creciendo más y más. Se confirma que es una carpa blanca y grande. Muy grande. Una carpa enorme. El Viajero está convencido de que es la madre de todas las carpas. Se van deteniendo las furgonetas a la vez que se levanta un viento caliente y anaranjado que va tiñendo de rojo la inacabable carpa. Echan pie a tierra mirando ensimismados hacia un andamio pegado a uno de los lados, donde un hombrecillo haraposo no hace más que limpiar de polvo la superficie de la carpa mientras el viento se encarga de volver a mancharla de polvo fino rojo. El hombrecillo armado con una especie de fregona sigue pasándola una y otra vez, sin prisas, sin demasiada ilusión, despacio, muy despacio, de un lado a otro, una y otra vez. Los técnicos se miran unos a otros sin mediar palabra.

Malditos Bastardos